lunes, marzo 21, 2005

José Angel Valente

Jesús García Calero PERFIL DE

José Angel Valente


A
utor de una de las obras poéticas más importantes de la segunda mitad del siglo XX en español, José Ángel Valente, nacido en Orense en 1929, es autor de A modo de esperanza, Al dios del lugar y El fulgor, entre otros títulos de poesía, y de los libros de ensayos La piedra y el cetro y Variaciones sobre el pájaro y la red. Este Perfil es el retrato de un "místico contemporáneo".

Es hora de dejar el cárabe,
es hora de cambiar de léxico,
es hora de apagar la lámpara
encima de la puerta.
Marina Tsvietáieva, 1941


¿Quién dijo que hay dos Valentes? ¿Quién admite lo que la atenta lectura de sus obras desmiente? La de José Ángel Valente es una —y única— aventura apasionante, carnal, por las palabras, en las palabras y en el interior de su más significativa ausencia: el silencio; es una de las aventuras poéticas más profundas y de mayor riqueza que ha dado nuestra lengua en la última mitad del siglo XX. Valente ha sido premonitorio y salvífico para una joven generación encajonada y además ha abierto caminos inéditos y fecundos, retomado también una tradición de la poesía española casi olvidada en la península durante nuestra edad contemporánea. Tan compleja figura de nuestra literatura bien merece, de entrada, una ofrenda de copiosas reconsideraciones.

Premonición, todo en Valente lo parece. Desde su primer verso: "Cruzo un desierto y su secreta/ desolación sin nombre", el poeta renuncia a rebuscar en las palabras y se pone en marcha hacia su manantial. Toda su vida queda definida en este primer gesto de su obra, en este pórtico de soledad y desasimiento del mundo que inaugura su camino por el lenguaje poético. Entiéndase que la España en la que surge —y su primer libro, A modo de esperanza, aparece en 1955— es un espacio en el que dos tendencias poéticas habían entablado un debate sobre el fin último de la poesía: una corriente realista que abarcaría muy diversas radicalidades se había abierto paso entonces frente al garcilasismo triunfante y además contestaba desde su terreno a la anterior generación de posguerra. Aquel paisaje en el que, en nombre del compromiso con la palabra poética, muchos llegaron a extremos politizantes, explica también la singular manera que Valente tuvo de abrazar el compromiso: como un solitario corredor de fondo en el desierto y en su desolación ya para siempre innominada, el poeta entablaría un fortísimo lazo con la realidad, no para su denuncia en himnos y canciones; será un compromiso absoluto con la realidad a través de la dimensión moral de la palabra poética, como bien ha apuntado Andrés Sánchez Robayna.

Valente alzará su voz quizá con más altura y eficacia que el más justiciero de los iracundos cantores. Y no sólo en su obra primera. Leamos su "Corona fúnebre" de 1975, despedida inodora al dictador español, fallecido aquel año: "De la muerte nos diera innúmeras versiones./ Padre invertido: nos desengendraba./ Viva la muerte, en círculo dijeron/ con él los suyos./ Viva, con él, al fin la muerte./ La muerte, sus bastardos, sus banderas".

O recordemos libros recientes, como Al dios del lugar (1989), aparecidos bajo la acusación de frialdad que acompañó al mal llamado "segundo Valente", donde figuran poemas como "Hibakusha", dedicado a las víctimas de Hiroshima y Nagasaki, pero sobre todo a los supervivientes del horror. Aun aquí, Valente concluye con un imperativo moral: "¿Nacer al reino/ de la calcinación? Cuerpo del hombre/ más alto que los cielos./ ¿Qué hiciste de ti mismo?"

Pero, en el terreno fieramente humano, esto también ha marcado sus relaciones con autores contemporáneos. Valente jamás ha usado el parapeto de las generaciones, una de las cuales, la del cincuenta, le ha sido adjudicada insistentemente por la crítica. La vestimenta gregaria le ha sido siempre incómoda. Él ha entendido que puede hablarse de generación como punto de partida, pero que el término acaba siendo un refugio de mediocridades. Una vez en camino, afirma, la literatura es un ejercicio personal, una profesión de soledades, un largo y a veces tenebroso camino que puede trastocar las afinidades primeras y perturbar nociones y presupuestos. Corredor de fondo al fin y a cabo, él mismo no se ha reconocido más tarde en quienes fueron sus compañeros de partida. "Generación de un poeta y medio", llegó a decir con inclemencia este gallego tan incómodo como necesario.

Poco queda a estas alturas de la vieja querella del compromiso en aquellos tiempos antifranquistas. Sin embargo, pasados tantos años, la noción valentiana del compromiso con la palabra poética sigue vigente: ¿Y para qué poetas en tiempos de miseria?, se pregunta con Hölderlin. De ahí que el poeta cifre su compromiso con el mundo a través de esa fidelidad a la palabra. Y este es el hueso que sustenta la unidad de su obra. Por más que Valente haya cambiado de piel, comulgado con sombras; por más que su poesía se haya desprendido de adornos y acabado en fragmentos; por más que la vida y la muerte hayan cruzado cartas ante sus ojos, jamás ha renunciado a ese compromiso, a esa fuerza no sólo moral de la palabra poética. Para él es una fuerza creadora, transformadora, que permite al poeta —y también al lector— atisbar una ladera de la experiencia humana solamente asequible a través del lenguaje, a través de su más limpio aparecer. Ahí se sitúa el lugar del compromiso, en el borde inasible y cambiante de la experiencia extrema, en la frontera donde ser y no ser pueden expresarse con el mismo signo, donde la vida y la muerte se confunden como dos gotas de luz, donde la memoria encuentra su materia oscura y su raíz mítica insondable. Pero el lugar del compromiso no está fuera de la realidad, y por eso no tiene sentido dislocar la obra poética de Valente en dos periodos antagónicos. Ni su primera estación es ajena al silencio, a la búsqueda de la experiencia extrema, ni su segunda temporada ha supuesto alejamiento alguno de la realidad.

De hecho, cuando Valente recapituló, y llamó "punto cero" a esa recapitulación, fue fidedigno. Punto cero era seguir fiel a su compromiso, continuar junto a ese borde inasible, volver a recomenzar, no negando todo el camino andado, sino descubriendo nuevas puertas a universos nuevos: la dimensión de la memoria colectiva como objeto poético, así como su nexo con la palabra; la del lenguaje como materia estratigráfica, sedimento de siglos que ya sólo la poesía puede descifrar. Pero todos estos acontecimientos en la obra de Valente jamás tuvieron una sombra de impostura intelectual. La propia biografía del poeta está prendida a esa recapitulación, porque no se llega impunemente a punto cero. Y en este sentido la unidad de su obra adquiere su verdadera dimensión, porque cuando ha llegado a los puntos de inflexión de su poesía, Valente siempre ha ido con una mano en la vida y con la otra aferrada a su voz singular. Es decir, que no hay dos Valentes desde el momento en que ni su vida es ajena a una rara búsqueda de la ampliación de la experiencia a través de la palabra ni su obra —menos la reciente— tiene un sustento puramente metafísico. "Pues también está escrito que el que sube/ hacia ese sol no puede detenerse/ y va de comienzo en comienzo/ por comienzos que no tienen fin", dice al final de "Punto cero". Tratemos, pues, de ver a Valente como un solo poeta y entremos en materia, en memoria.

Memoria de otra premonición. En su primer poema, Valente alza en las manos las cenizas quevedescas, el polvo enamorado: "Aunque sea ceniza cuanto tengo hasta ahora,/ cuanto se me ha tendido a modo de esperanza". Nos hallamos en un punto de partida próximo al adagio de los Malatesta: "Nec spe, nec metu", forma de estar en el mundo que derrama el perfume de un tiempo pagano. La nueva voz descubierta por Adonais en 1954 invoca este tipo de desafío entre el cielo y la tierra. Y ya no lo abandonará. Su segundo libro, Poemas a Lázaro, incide desde el título en esa búsqueda de una experiencia extrema, del borde donde la materia oscura viene a la luz, donde la ceniza y el vino tienen el mismo gusto (podría ser el "fondo del dios bebido hasta las heces" del poema que abre "Al dios del lugar"), donde la vida y la muerte quizá se confunden, como en el impactante "Lázaro" de Luis Cernuda. Por entonces, Valente escribe un poema hamletiano, "La cabeza de Yorick", donde es trocado el "Considerando en frío, imparcialmente" de Vallejo por "examinemos/ la cabeza de Yorick/ el bufón y dejémosla/ caer de nuevo al polvo como/ si nos decapitásemos". El joven poeta entrechoca, como vemos, una y otra vez sus versos contra su esperanza y contra el miedo. Pero todas estas inquietudes que figuran desde el arranque de su obra las sustenta alguien que confiesa por entonces cojear aún del lado de Dios.

En su libro La memoria y los signos, Valente ya asume una postura frente al conocimiento muy querida por los místicos: "Aguardo sólo la señal del canto./ Ahora no sé, ahora sólo espero/ saber más tarde lo que he sido". O, como dice San Juan de la Cruz: "Para venir a lo que no sabes/ has de ir por donde no sabes". Nada más coherente con su afirmación posterior: "Borrarse. Sólo en ausencia de todo signo/ se posa el dios", de su ya citado libro de 1989, Al dios del lugar. ¿Diríamos que es quizá, parejo, este poema al "Quedeme y olvideme" de "La noche oscura"? Cuanto más pensamos en la mística más caemos en la tentación de analizarla desde nuestra visión descreída. Adoramos a San Juan por sus coplas plenas de espiritualidad y armonía y condescendemos con las arduas explicaciones en prosa que amurallan cada una de sus metáforas, de las que él mismo opina que "no hay para qué atarse a la declaración, porque la sabiduría mística [...] no ha menester distintamente de entenderse para hacer afecto y afición en el alma". Pues bien, si por un momento quisiéramos detenernos, veríamos lo difícil de acomodar nuestra visión de la mística al sonido de sus instrumentos originales. La lira de San Juan no suena igual en el 2000, debido en parte a los caminos que han abierto las ciencias y la filosofía desde 1591, cuando Juan de Yepes fallece. La muerte de Dios proclamada por Nietzsche o el exilio del Ser heideggeriano bastarían para darnos cuenta de esta aberración de la perspectiva. Lo que jamás debemos olvidar es que la mística de San Juan supone el empleo de la palabra poética para expresar la frontera ulterior de su fe cristiana y de la inteligencia mística. Es decir, el uso de la palabra para explicar lo indecible de su fe, la utilización de la poesía amatoria para sondearnos allende la muerte, como luminosa metáfora de salvación. No otra cosa es el encuentro del Alma y el Amado "más adentro en la espesura", salvo una experiencia radical, y en vida, de la muerte y de su aquietada eternidad.

Por todo ello, y aunque quede aquí solamente apuntado en espera de mejor ocasión, considero necesario acercarse a la obra de José Ángel Valente (y muy especialmente a la reunida en Material memoria, que incluye seis libros desde 1977 hasta 1992, así como al hasta hoy inédito Fragmentos de un libro futuro) desde una perspectiva nueva. Ya en Tres lecciones de tinieblas había emprendido el viaje a través de los signos, tratando a las palabras, a las letras del alfabeto hebreo, como objeto poético para lanzarle anzuelos al origen. Difícil responder a la pregunta de qué hay en la memoria antes del lenguaje: "Inmersión de la voz. Las aguas. Entraste en el origen. Cabeza decapitada junto al mar. Después no quedan más silencios", dice el poeta. Lentamente, Material memoria, Mandorla, dedicado a Celan, El fulgor y Al dios del lugar desarrollan ese proceso hasta sus últimas consecuencias. Pero será con No amanece el cantor con el que su obra vuelve a un punto de inflexión semejante a "Punto cero". Otra vez la experiencia tiene exactas raíces biográficas. La pérdida de un ser querido empuja al poeta más allá del borde de la luz. Por amor, empujado a zambullirse en sombras: "Soy débil. No sé dónde apoyarme. Vacío está de todo ser el aire. No estás. No estoy. Qué giratorio cuerpo el de la nada". La palabra poética permite al autor arrojar las redes a lo oscuro, pisar con la planta del pie desnudo la espesura, y regresar, como el Lázaro de su segundo libro o, como apunta José Luis Pardo, igual que un Dante, de esa experiencia radical. Creo que Valente es, desde entonces, plenamente un místico, el autor de una mística del siglo XX, construida con una coherencia palmaria. La idea, sólo apuntada, merece reflexión. Nada es igual en este mundo, ni los hombres ni los dioses. Pero no sería tan extraño que la tierra española, que dio místicos a las tres grandes religiones, judía (el Zohar, tan amado por Valente), islámica (el gran murciano Ibn Arabí) y cristiana (San Juan, Santa Teresa), sea también el escenario donde Valente haya podido construir una mística no ya basada en la creencia, sino en un principio de incertidumbre agnóstica. Sólo así se entiende en todos sus matices el proceso de fragmentación que sufre la obra del poeta gallego en sus últimos libros, así como la audacia que alcanzará su contención expresiva.

Valente ha descubierto que la palabra poética sembrada en los límites de la memoria y en la frontera de la experiencia humana da frutos exóticos. Y el más importante de ellos es la mística ventura que rodea la creación de un poema, un puro poema de amor, escrito desde el lado oscuro, desde la vasta espesura allende toda frontera: "Qué dolor el morir, llegar a ti, besarte/ desesperadamente/ y sentir que el espejo/ no refleja mi rostro/ ni sientes tú,/ a quien tanto he amado,/ mi anhelante impresencia" ("Nadie"). -



Publicado en Letras Libres en julio de 2000
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viernes, febrero 11, 2005

jueves, marzo 10, 2005

11-M :Juan Souto Coelho.- De Libertad Digital

Un atentado, tan bien preparado para no fallar, sólo puede ser obra de gente más entrenada en seguridad que en terrorismo. Esta afirmación me ha sugerido la reflexión de hoy. Yo entiendo que los tiempos no invitan a la reflexión. Vivimos en un contexto educativo poco reflexivo, en una cultura de la imagen más que del texto, miramos mucho y vemos poco; por eso me gustaría ofrecer un punto de vista que no encontré estos días en los medios.

El 11M no puede convertirse en una fecha sólo para el sentimiento, la emoción y alguna que otra diatriba entre vencedores y vencidos, inocentes y culpables. El 11M no es sólo un hecho trágico de nuestra historia reciente. Yo creo que debe ser tomado como una estructura del mal que, desde una lectura creyente, podemos calificar como estructura de pecado.

La enseñanza de Juan Pablo II al respecto debe ser recordada en este momento. Documentos tan significativos como Reconciliatio et penitentiae, en el n. 16 y Sollicitudo rei socialis, n. 36, nos ayudan a reflexionar sobre esa dimensión. Añadirla a todos los reportajes, recuerdos, informes y hasta manipulaciones escandalosas, es una expresión profunda de solidaridad con el dolor de los familiares, el respeto a las vidas de las víctimas y una forma de responsabilidad ciudadana. Por otro lado, no podemos asistir callados al carpetazo preparado por la pseudocomisión de investigación, que parece interesada en tapar que el 11M (y los días siguientes, de manera inseparable) fue un golpe político pensado para cambiar el Gobierno y el rumbo de la política en España.

El 11M, en sí mismo y en la expansión de sus efectos, es una estructura del mal. Como tal es fruto de la acumulación y concentración de muchos actos personales de quien ha engendrado, favorecido o explotado la iniquidad del plan; de quien, pudiendo hacer algo por evitar, eliminar o, al menos, limitar determinadas consecuencias sociales, no lo hizo por complicidad o indiferencia. Esta suma de factores negativos, que actúa contrariamente a una verdadera conciencia del bien común, forma una estructura del mal, que se refuerza, se difunde y es fuente de otros males, condicionando la conducta de las personas.

Desde el 11M, demasiadas cosas suenan a golpe, ruptura, amenaza, enfrentamiento y chantaje. En las relaciones con la Iglesia, Zapatero ha optado por la laicidad combativa, es decir, por el laicismo, antes que por la laicidad sana, que exige respeto mutuo y cooperación sincera. El Comisionado Peces-Barba se ha revelado inútil y perjudicial; ha servido para enfrentar a los vivos y repartir a los muertos. En la construcción de una nación para todos, parecen dispuestos a sacrificar los bienes mayores de la convivencia y la solidaridad, condiciones del bien común, a cambio de cuotas seguras de poder. Es demasiado grande el cúmulo de errores y enfrentamientos estériles desde el 11M, en todos los ámbitos de la vida socio-política.

Por eso, no querer investigar este golpe político en toda la verdad de los hechos, es enterrar semillas de muerte en el seno de la sociedad española. Los partidos políticos beneficiados por la onda expansiva de la masacre han amañado unas sesiones “de investigación” escandalosas y, como colofón, unas conclusiones apresuradas con la pretensión de tapar, pasar página y, dicen, mirar hacia adelante. ¿Tienen en cuenta que esta conducta no genera confianza y abre la posibilidad, al menos, de que pensemos que este proceder obedece a algún motivo oscuro?

Para mirar al futuro con esperanza hay que iluminar primero el presente, con el esclarecimiento de la verdad de los hechos. El bien común exige que los poderes públicos pongan de su parte todos los medios para que la verdad resplandezca y la historia no se convierta en arma arrojadiza entre vencidos y vencedores, inocentes y culpables.

Además, surge la pregunta: ¿Quiénes gestionan la superación de esa estructura del mal, que es el 11M? La respuesta no produce tranquilidad, pues es conocido que son los mismos de los años de la corrupción del felipismo, de los crimines de los GAL, de la injusticia de Rumasa, del enriquecimiento personal con el dinero público… Y tengo que preguntarme: ¿No hay socialistas con más sentido de la dignidad y de la política, dispuestos a prestar un servicio honrado a la comunidad?

Para superar esta estructura del mal hacen falta personas con gran capacidad de hacer el bien, de buscar y expresar la verdad; personas con sentido de la dignidad humana, de reconciliación y de diálogo; personas de gran corazón y mente abierta… Las estructuras del mal solamente se vencen mediante estructuras y actitudes opuestas. Porque una estructura del mal sólo engendra mal si no se sabe vencer el mal con el bien, como decía Juan Pablo II en el último mensaje de la Jornada de Oración por la Paz.

Juan Souto Coelho es miembro del Instituto Social "León XIII

Nacimiento II

Para Bruno, mi nieto, y
para Miguel, el primer nieto
de Pedro Jesús Marcos.
(Para los dos y para
cada uno de ellos)


I

No estabas y ya estás y, como el viento
De la luz que encarrila la energía,
Vienes, solo, del tiempo. Nada había
De espacio, junto a ti, en aquel momento.

Venir desde la nada es el portento
Que encuna, en un bajel de bizarría,
El afán de avanzar, día tras día,
Por la crujía del advenimiento.

Como las ondas del estanque terso,
Sigue creando espacio en tu universo,
Hasta ser conductor de singladura.

Sigue en el tiempo y el espacio asume;
Que el milagro está hecho y se presume
Que el reto seguirás de tu aventura.

I I

Ya estás y ya desplazas cuanto aflora
En derredor de ti y acopias prados
De conceptos, de sueños y cercados,
A impulsos de tu nave incitadora.

Nadie duda que tu ansia creadora
Inventará veredas a puñados.
No hay caminos, ni vértices trazados,
En la pizarra limpia de tu aurora.

Sé tu verdad de páramo y de brisa.
No dejes que te invada el tener prisa
De llenar de pasión campos vacíos.

Sea tu paso golondrina y vuelo;
Que no despliegue adioses tu pañuelo.
Bebe en el tiempo todos los rocíos.

y III

Está entero tu tiempo y la burbuja
De tu espacio apenas ha surgido.
Sobre ella el manantial recién nacido,
De nombres y paisajes, se dibuja.

No has probado el vigor que nos embruja
Para asaltar crepúsculos. Caído
No está aun el bosque de lo fenecido,
En la lucha ancestral que nos empuja.

Abriendo irás la caja generosa
De los encuentros con la vida. Inicia,
Poco a poco, el panel desconocido.

La ola del tiempo viaja presurosa.
Transmutará, en espacios, la codicia
De arrebatar tu vida del olvido.

EUSEBIO GARCÍA GONZÁLEZ. 2001

miércoles, marzo 09, 2005

VIAJE A AYAMONTE

El Guadiana califica
A Ayamonte, el sustantivo.

Bebe del mar, como un toro,
El minarete tranquilo,
Con sonidos de campanas
Y silencios convulsivos.

Todo cuanto veo es
Espejo desde el Castillo:
Calima en el mar y el puerto,
Olor a pescado frito,
Blancor de poblado moro,
Sabor del viento a marisco.

El Guadiana califica
A Ayamonte, el sustantivo.

Bebe del mar como el Arco
Iris, cuando éste es marítimo.

Perdido entre las marismas,
me vinculo al mar y al río.

Desde las sombras del tiempo
Mantengo un principio activo,
Para que cualquier paisaje
Deje, en mi piel, el vestigio,
De haber probado a inferirles
ternura de mis dominios,
Y que lo pueda aplicar
a panoramas distintos,
Y al afán de contemplar
Espacios donde no habito.

Atesoraré vivencias
De horizontes poco vistos
Y sin embargo me atañan
Por haberlos conocido.

El Guadiana califica
A Ayamonte, el sustantivo.

En este nuevo escenario,
Siento que existe algo mío.

Mañana no estaré aquí;
Mañana sabré que he sido
Sujeto del mar Atlántico
Y emocionado rocío,
Que se escapó del Guadiana
En su lento recorrido.

Quiero que en la evocación,
De este encuentro, no haya olvido,
Pues no he dibujado imágenes
Ni otras palabras he dicho.

Para la inquietud que acopio
No hace falta el verbo mío,
Pues ya estará para siempre,
En mi surco, el recorrido.

Me preocupa no olvidar
Esta hermosura de sitio
Y, sin marchar, me pregunto,
Buscando al aliento alivio:

¿Qué quedará en el paisaje
de mi, cuando me haya ido?.

Nadie notará mi ausencia;
Todo seguirá lo mismo.......

Pero este ámbito encontrado
Será una emoción conmigo.

El Guadiana califica
A Ayamonte, el sustantivo.


EUSEBIO GARCÍA GONZÁLEZ.

Terrorista

Son réprobos que atisban
Luces y margaritas,
Desde el balcón del odio.

Tiñeron las estrellas
De escalofríos negros.

El amor sustentado,
En sueños y galaxias,
mimaba las estancias
llenas de manos blancas,
Almas, discernimiento
y percepción vital
Donde el rencor no aflora.

El odio sobreviene
en los agrios abismos
de las sombras vacías
de personas aunque haya
constelaciones y hombres.

Nadie debe podar
eclosiones, ni flores,
que al Universo pueblan
de espejos y personas.

Receptores de brisas
Los vuelos de los pájaros
Tiemblan porque hay quien lanza
Púas de sinrazón
Contra la sangre honrada
de espaldas espiadas
por ojos asesinos
que quieren arrancarle
las alas de la vida.

Un arsenal de ausencias
rebosan en los cálices
de sangrientas angustias.

Son romeros penados
Por una intriga y, aunque
el hierro de la vida
nos acoja, sabemos
que el aliento de Agosto
suscita el imposible
vivir serenamente.

Porque los muertos son
ausencias absolutas,
unidas a la física,
que el olvido devora

31-05-2003 In MEMORIAM 11-03-05 ANIVERSARIO

martes, marzo 08, 2005

Perseverancia

PERSEVERANTE VIDA.


Abierta agitación tengo encendida,
incrustada en los cálices del tiempo.

El alba desazona los murmullos,
con ansia de ocultarse en el silencio.
En lo insondable está, de la persona,
la sima que renueva nuestro esfuerzo.
El huracán de tantas multitudes
la cumbre, arruinará, de los portentos
y el ritmo del tambor de la amargura
nos empuja a vivir, aunque el golpeo
de su contemplación lleve al desmayo.

La cuchilla de tantos atropellos,
en las lejanas áreas, vende ofertas
de sangre, en el tropel de los incendios,
y las copas del gozo, con sonrisas,
enmascaran las sombras de los vientos.
Abramos nuevos cauces, en los páramos,
donde no existen trochas, ni senderos,
y allá, junto a la fuga del paisaje,
pongamos armonías y deseos.

Cuando caigan los troncos y se pudran
o los acantilados piensen muertos,
la rosa de la esencia estará alerta,
de sus coronaciones, al ascenso.
Que el místico ofertorio de las horas
no nos traigan la sangre, ni el lamento;
y, si los traen, busquemos las estrellas,
los jardines sin verjas y sin hierros
y aunemos coyunturas y esperanzas,
en los frutos brillantes de los huertos.

24-05-98 a las 04 (gmt)

Los cepúsculos

LOS CREPÚSCULOS.

El Ocaso se puebla de recuerdos
y emergen del misterio luces y sombras nuevas
llenas de los efluvios del deseo
y del aroma a hierba fresca.
En esta hora difusa
se convoca al rocío y se dispone
la ofrenda
para que cuando alcancemos el alba
el cristal de la noche
nos revele sus puertas,
por donde llegará
el torrente confuso de nuestras propias metas.
Lejano hedor de muerte
nos mueve a la tristeza;
mas la seguridad de un nuevo día
en ruta nos encuentra.
Una remota lejanía
nos sacia de principios
y biografías viejas.
El vigoroso aliento de la anochecida
enaltece la tierna
cadencia de las manos que acarician
las manos del delirio
tibio que nos incendia.
Es tan cierto el ocaso como el bosque




donde la sombra anida
y en soledad se encierra.
Entre el dolor de la espesura
hay claros de complacencia.
La cumbre de lo abstracto
nos dedica la ofrenda
de la música grave de la miseria hiriente,
sobre el pantano de la tragedia.
¿Es esto el diapasón de la amargura?.
La sierpe del silencio,
se desliza trepando al horizonte,
que sus horarios trenza,
desde el prado del tiempo.
Con gritos y plegarias ,
las voces de los hombres,
de la soledad, nos consuelan.
Difícil disfrutar en despoblado
del balanceo entre el crepúsculo
y, de un nuevo calendario, el renacer de las hogueras.
En el choque entre el miedo y la esperanza
de paz, hay un remanso,
donde el dolor de las heridas cesa.

Los ojos del crepúsculo nunca están angustiados.

De reflexiones inundada,
la vida nos penetra
rebosante de rutas ignoradas,
en la hora del sueño de los pájaros
y, siempre, detrás de la arboleda,
hay un camino nuevo para los nuevos pasos.
En el panel de los principios
nos agarra
la angustia de paseantes solitarios.
Brisas de bosque a sierra
nos hace esclavos
de las esencias de lo eterno,
en lo solemne de sus arcos.
Casi nadie contempla amaneceres
porque en los pies descalzos
los llevamos.
La última luz se apoya
en las tinieblas de los campos
fraternos de la duda.
Al fin hay que esperar la luz del alba
que llega con un himno de entusiasmo.
El aliento final del horizonte
clava, en la divisoria, el navajazo
por donde sangrarán nuestras congojas.
Por los crepúsculos navegamos.
El viento de las aspiraciones,
la popa de los sueños, empujando,
hará el nuevo prodigio
del triunfo de un destino torturado.
15 Noviembre 1998.
Día de San Alberto Magno.

Nacimiento. A mi nieto Mario por el regalo de su nacimiento

N A C I M I E N T O .

A mi nieto Mario, por el
regalo de su nacimiento.

I

Nauta del tacto, del dolor arriero;
vital emanación de opaca umbría,
en el alcázar de lo todavía,
aparece este súbito viajero.


Exige su entidad de marinero
y apenas es reloj y teoría.
Aunque difusa es su travesía,
del nuevo amanecer será un lucero.


En la tarde ha iniciado la aventura
de escalar, por el tronco del destino,
la áspera desazón de cada rama.


Asumirá su dosis de locura
y calará, abrasado, el remolino
de cuanto en la existencia es hielo y llama.









II

Viajero del enigma de la nada,
desde una ola de silencio llega
y la semilla del milagro agrega
a una potencia a cauce destinada.


Es una voz al hálito orientada.
En la ansiedad de lo inefable, brega
por alcanzar el viento que sosiega
la sed de eternidad de la arribada.


Bajel y alondra; derrotero y trino;
timonel de un misterio peregrino
a incertidumbre y vaguedad atento.


En el lomo del tiempo se ha asentado.
Ya es ser que al Universo ha convocado
en el ara esencial del pensamiento.

















y III

Ya no es posible que la mano helada
del no ser desmenuce su latido
y, aunque un amanecer le halle vencido,
toda la eternidad le está entregada.


Ha nacido en el tiempo. Destinada
a la antorcha, que hoy ha recogido,
su mano elegirá gozos y olvido,
de entre la ruina, el sueño y la punzada.


Le angustiará inflamarse en lo diverso.
Desgranará la vida, verso a verso
y alcanzará la luz interminable.


Al borde de los álamos del llanto,
vestirá su pasión de ardor y encanto
para ser, como el Sol, invulnerable.

17-01-97 7 h: 30 m.

Ausencia// A mi hija Pilar

Amarguras de distancia
surgen de tu lejanía.
Tus ausencias nos ofrecen
Flores de melancolía.

Te bañan los azahares
de la luz de Andalucía.
Nosotros en lo absoluto
de los campos de Castilla.

Está varada la imagen
de tus manos en las mías,
Brumas de recuerdos flotan
sobre la casa vacía.

Amarguras de distancia
surgen de tu lejanía.
Tus ausencias nos ofrecen
Flores de melancolía.

En los tropeles del tiempo
persisten las huellas nítidas
de tu impulso adolescente
hacia zozobras vencidas.

En el piano del silencio,
que ensimismado dormita,
revereberan los encuentros
de tus tiernas rebeldías.

Amarguras de distancia
surgen de tu lejanía.
Tus ausencias nos ofrecen
Flores de melancolía.

La madurez de tu signo
nos sosiega cada día.
Nos sabe a sal tu llegada
y a hiel tu obligada huída.

¡Goza del mar del destino
que está bordando tu vida!
Triunfos sobre tiempos y astros
envuelven tu biografía.

Amarguras de distancia
surgen de tu lejanía.
Tus ausencias nos ofrecen
Flores de melancolía.

Eusebio García González(24-11-96).

miércoles, marzo 02, 2005

Significación

Anda de Ministro un astro,
de la evidencia, notable,
tan de esta España padrastro,
que enfatiza echar un cable
al singular Fidel Castro.

Me refiero a Moratinos.
Su costante es desbarrar
y en sus arranques "divinos"
es capaz de estropear
la venta de nuestros vinos,
que se venden sin parar.