miércoles, junio 08, 2005

EPÍSTOLA A ARCADIO PARDO, POR SU LIBRO “EFECTOS DE LA CONTIGÜIDAD DE LAS COSAS

Tu libro me ha llegado en este Junio
De amenazas, de oscuras reincidencias
En desaciertos de los que se dicen
Directores del tiempo y la inclemencia.

Me hablas de otra inclemencia, la inmanente
En la palabra que en el Ser penetra,
Donde lo soplo, lo rumor, lo lo,
Se imbrican en los cauces de la esencia.

Has destrozado mi filosofía,
Has dejado mis vértigos sin hiedra
Donde asirme, cuando la sed me arranque
Jirones de paisajes y presencias.

Porque en el tránsito de estas llanuras
Ya nada será igual, cuando me ofrezcan
Ese calor que en la memoria anida,
Escanciado en la copa de la ciencia
De la palabra. Ahora ya imposible
Me será reposar en las cadencias
De la contemplación de los rebaños,
Los bosques o las áridas estepas.

Al fin has encontrado lo intocable;
Lo que perdurará aunque no se vea;
Lo que condensará, del universo,
La contingente vastedad primera.

Allí estaremos todos, venerando
La realidad que a la verdad despierta.

Has convertido en nuestra la efemérides
Del cotidiano caminar, que afecta
A “lo flor, lo rumor, lo soplo o pluma”,
Fuentes de la emoción de cada época

Serás eterno en tu su su y no en tu otro,
Eterno de las liras y las ciénagas,
En las vestales que en los horizontes
Han de hacerse perennes e inconcretas.

Y después de evadirte de “lo siempre”,
Rebuscando en derivas inconexas,
Has vuelto a “travesías de confines”
Por donde nuestra levedad
siempre regresa.

7 de Junio de 2005.