Perseverancia
PERSEVERANTE VIDA.
Abierta agitación tengo encendida,
incrustada en los cálices del tiempo.
El alba desazona los murmullos,
con ansia de ocultarse en el silencio.
En lo insondable está, de la persona,
la sima que renueva nuestro esfuerzo.
El huracán de tantas multitudes
la cumbre, arruinará, de los portentos
y el ritmo del tambor de la amargura
nos empuja a vivir, aunque el golpeo
de su contemplación lleve al desmayo.
La cuchilla de tantos atropellos,
en las lejanas áreas, vende ofertas
de sangre, en el tropel de los incendios,
y las copas del gozo, con sonrisas,
enmascaran las sombras de los vientos.
Abramos nuevos cauces, en los páramos,
donde no existen trochas, ni senderos,
y allá, junto a la fuga del paisaje,
pongamos armonías y deseos.
Cuando caigan los troncos y se pudran
o los acantilados piensen muertos,
la rosa de la esencia estará alerta,
de sus coronaciones, al ascenso.
Que el místico ofertorio de las horas
no nos traigan la sangre, ni el lamento;
y, si los traen, busquemos las estrellas,
los jardines sin verjas y sin hierros
y aunemos coyunturas y esperanzas,
en los frutos brillantes de los huertos.
24-05-98 a las 04 (gmt)
Abierta agitación tengo encendida,
incrustada en los cálices del tiempo.
El alba desazona los murmullos,
con ansia de ocultarse en el silencio.
En lo insondable está, de la persona,
la sima que renueva nuestro esfuerzo.
El huracán de tantas multitudes
la cumbre, arruinará, de los portentos
y el ritmo del tambor de la amargura
nos empuja a vivir, aunque el golpeo
de su contemplación lleve al desmayo.
La cuchilla de tantos atropellos,
en las lejanas áreas, vende ofertas
de sangre, en el tropel de los incendios,
y las copas del gozo, con sonrisas,
enmascaran las sombras de los vientos.
Abramos nuevos cauces, en los páramos,
donde no existen trochas, ni senderos,
y allá, junto a la fuga del paisaje,
pongamos armonías y deseos.
Cuando caigan los troncos y se pudran
o los acantilados piensen muertos,
la rosa de la esencia estará alerta,
de sus coronaciones, al ascenso.
Que el místico ofertorio de las horas
no nos traigan la sangre, ni el lamento;
y, si los traen, busquemos las estrellas,
los jardines sin verjas y sin hierros
y aunemos coyunturas y esperanzas,
en los frutos brillantes de los huertos.
24-05-98 a las 04 (gmt)
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