Las Categorías de mi mundo
Las categorías de mi mundo
Libro de poesía editado en Mayo de 2013
EUSEBIO GARCÍA GONZÁLEZ
LAS CATEGORÍAS DE MI MUNDO
POESÍA
I. Las categorías de mi entorno.
I
No soy un frío e inerte metaloide:
algo me dice que mi entorno empieza
donde el pulsar de mi mano descubre
el contorno que asume el meteoro.
II
En mi mano comienza una corriente
de cenagales o de aguas limpias
que entienden el sendero como un ámbito
por donde avanzarán mis pensamientos.
¿Cómo expresar con signos de lenguaje
lo que anhelamos destacar del mundo
en que vivimos?.
¿Cómo aprehenderlo
y definirlo en clave de existencia,
si es que existir es modo de ver noches
sin luna, con la espera que promete
la banda azul de cósmica mudanza,
con sus horas y cosas inmediatas?.
7
III
¿Quién aporta ese mundo que preservo
para saber que estoy y sigo estando,
en eso que llamamos trascendencia?.
En derredor acumulé sonidos,
rosados pasos, crédulas ideas
y ya no sé si el mundo es lo que veo,
o el mundo es la vertiente entretejida
de matices dorados, de lo que
interpreto que son estas estancias.
IV
Lo fuera de mi, el mundo es la tiniebla
y oscuridades que hay que desgarrar.
No basta percibir color o forma.
Hay que ir más allá y, en el concepto,
destripar cuanto alcanza o se limita,
en el cuenco caduco de las cosas.
8
V
Toda ignorancia es una tiniebla
en cuyo fondo brilla un episodio
de cognición o de discernimiento,
que le hace al hombre humilde o poderoso.
VI
Cenizas y humildad forman concierto.
Incorporamos duda y certidumbres
de si las ceguedades o las púrpuras
son modos de captar el Universo.
VII
¿Qué significa el vuelo de los pájaros,
y el acoso del lobo y el fulgor
de la estrella, la agonía invisible
del hermano que muere herido por
esa zarpa estruendosa de la guerra,
la poza del silencia y el sosiego
del bullir de la mente creadora?.
9
VIII
Debe haber una lira que acompaña
el nacimiento de otros mundos en
el lado intemporal del Universo.
IX
Todo es color y madre interminable
de cuanto aflora, está presente o viene
74de donde no se sabe.
Hay una mano
que amasando los tiempos ennoblece
los vacíos de toda creación.
X
¿La Nada
es un tan imposible como el Algo?
¿Sobre las cosas flotan los ensueños,
las ruinas desoladas de lo que
no se pudo cumplir y aquellos mundos,
no contiguos al día y al entorno,
de cuanto captaré con los sentidos?.
10
XI
Esos mundos están y no los puedo
percibir.
Son los tactos imposibles,
la luz azul de cuanto estoy pensando,
de lo que estoy soñando o capturando.
Doy un valor desconocido al valle
del asombrado amanecer que puebla
los predios propios de ese patrimonio
que, día a día, voy acumulando
en los sembrados del saber, sin datos.
XII
Se van iluminando los senderos
que me han de dirigir hacia la muerte.
Y no sé si la muerte es una sombra
que extenderá su manto inexorable
de olvido, en una eterna incertidumbre,
o una luz cenital donde hay un Todo,
recinto de la rosa inmarchitable,
abierta a contestar tantas preguntas
en el campo inmanente de lo cierto.
11
XIII
El olvido, la alondra memorable,
de la que nada sé.
Pero su canto
se perderá entre luces y penumbras,
de ocasos y de los amaneceres,
en los que no estaré, ni en el recuerdo
de cuantos conocí, cuantos me amaron
o cuantos construyeron un recinto
del mundo, junto a mí, cuanto la Historia
anotó en los Anales contingentes.
Porque es lo contingente lo que vivo.
Y lo que sé, un día no será
saber…………
Ni nada.
XIV
¿Por qué estamos aquí?.
¿Por qué me acerca
la emoción al lucero de la tarde?.
12
XV
¿Por qué un amigo muere en el silencio
de una amargura por lo no cumplido?.
¿Por dónde pacerán sus experiencias,
tantas, movidas y manifestadas
y firmadas en cánticos y tablas?.
¿Por qué el lucero de la tarde nunca
derramará su aliento en la serena
oquedad que ha dejado lo que fue
corriente sustancial de su presencia?
XVI
He querido encontrar en mi contorno
y en mi mismo, la mena donde tanto
se recrea y espero del futuro.
Porque navego y voy en la deriva
que avanza con los días, mas mirando
hacia el piélago, ciclo que rehúyo,
hacia no sé que tiempo ni que espacio.
13
XVII.
En derredor siempre la bestia acecha:
se esconde, se camufla, se disfraza.
Unas veces, es cuervo carroñero;
otras un buitre predador que ataca.
Pero siempre la bestia misma, hambrienta
de herir, de desgarrar, de hacer carnaza:
su objetivo, romper tus Infinitos
y hacerlos broza inútil de la Nada.
XVIII
El oro de este otoño se viste de existencia
caduca y renacida, como los horizontes.
Me incita a valorar el orden, la armonía,
llenos de sus esencias, veneros de factores,
en los que los contrastes nos sugieren conceptos.
¿Por qué de esa arboleda me nacen nuevos bríos
de ser y de existir?.
El oro de los bosques
nos procuran ejemplos de que hay recintos sólidos,
antes que el remolino nos convierte en anónimos
peregrinos ausentes del espacio y del tiempo.
14
XIX
Mientras cae la tarde, la
certidumbre de que me estoy
sintiendo un nudo palpitante,
penetra hacia la sombra.
Luego
surgen los ecos que la luz
del horizonte va dejando
atrás, colgados.
Conjunción
desvanecida de las cosas
y los seres.
Sólo percibo la armonía
del universo en este instante.
XX
Sondeamos al alba cada día
para entender por qué nos emociona
iniciar la jornada.
Gota a gota la vida se acumula
como el rocío sobre la hojarasca.
15
Se funde y desvanece, pero
queda acopiada como en el borde
que el futuro denuncia.
XXI
Plenitud.
No sientes la distancia,
a las cosas, ni el eco, ni las formas,
ni el afán de sentir.
Tan solo es un estado
de permanencia, de saber
que estás en el asombro
de percibir un cosmos que en ti mismo
se sintetiza y abre la insurrección sutil
de tantas percepciones.
Acabas agobiado
por una consistencia de saberte elevado
a este silencio creativo y neto.
16
I I. Las categorías de la concreción.
17
18
I Las cosas
Se aman las cosas. No tengo
más mundo que el que me ofrecen.
Púrpura de los sentidos,
su contacto permanece,
Son la percepción más próxima.
Lo lejos desaparece.
II. los libros.
Cada libro es como un sueño
que alguien tuvo y me lo entrega.
Con ellos hago mi mundo
de realidades y esencias.
Por el callejón oscuro
del tiempo enciendo esas velas.
Me voy haciendo a la luz
poco a poco.
19 Centellean
las certidumbres de siempre;
de bastiones me rodean
y estoy pisando lo incierto
abriendo al futuro puertas.
III. El ordenador
De mi mundo ha hecho un ovillo
de cosas, de pensamientos,
de historias y de conjuntos
de espejos y nimiedades;
de nuevas que no me importan,
ni importan a más, vencejos
en los vuelos de las tardes.
En caminos vespertinos,
transito por unas múltiples
curiosidades inútiles.
Muchos pasamos sin verlas,
como quien oye llover,
y está bajo los almendros,
en flor, de las pertenencias.
Añoran nubes radiantes,
oscuras, rosadas, ber-
mejas, amarillas, grises:
torrentes de ideas que
no conozco y que me surgen 20
como los juncos y hongos
otoñales; los vestigios
hediondos de un holocausto;
la bestia de testa infame.
La unidad de este Universo
y esta Aurora se incorporan
a mi y al inicio de
tanta verdad, desde oscuros
manantiales de misterio.
Mi mente siempre utiliza
la guadaña de los sueños
para que nunca se altere
eso que me hace ser, en
cada día, la sonrisa
que fue incluida en los mundos
de los que muy poco sé.
He aprendido a ser campana
que extiende sus resonancias,
únicas y singulares,
por el extenso sembrado
de una eternidad fecunda.
IV. La butaca
Liviano yacimiento de atardeceres. Vence
la efigie rosa que surge del remolino 21
de las horas serenas. Se atenúa la inquieta
soledad verdi azul de las preocupaciones.
Desde ella se perciben las campanas que anuncian
felicidades o tristezas, los convulsos
truenos, las tempestades y el canto de los pájaros.
Por sobre la añoranza flotan las certidumbres
y deambula le mente por las trochas sombrías
o alegres del reposo, que está tendiendo puertas,
entre lo que eres y entre lo que deseas,
de entre lo que transcurre, que llamamos vivir.
Es símbolo y trofeo que, en el final del día,
logras arrebatar a la agitación
de todas las jornadas, mientras rueda la tarde,
mientras las multitudes trepidan en sus áreas.
Es enclave sereno, donde se te permite
ser el hombre que crea y se hace trascendente.
Lecho de libertades, donde la humana estirpe
encarna biografías de apasionados tonos,
trepar por las montañas y trasverter al lobo
llenando de misterio lo turbio y lo que es claro.
Rememorar paisajes, trepar por los anhelos;
dar magia a sus laderas, penetrar en los bosques
y asombrarse de estar viviendo y esperando
que todos los misterios aclaren sus esencias. 22
V. El bolígrafo.
Las sombras del crepúsculo adjudican
a mi presencia un ámbito imprevisto.
lugares y emoción dicen que existo.
Poniente, Ser y Sol se identifican.
Con este humilde objeto se edifican
cantos de floración de cuanto avisto.
En ese mar de reflexión subsisto.
Objetos y razón lo testifican.
Fecunda, una corriente, pulso y mano,
desde la mente fluye. Es una fuente
de brisas, de luciérnagas, de asombros.
El alfoz crea ensueños, grano a grano,
y los surcos del huerto trascendente,
ponen la eternidad sobre mis hombros.
VI. La ciudad y sus calles.
¿Nunca el silencio se extiende?
¿Reposan las amarguras?
Es un mundo tenebroso
y al mismo tiempo refugio, 23
donde podemos cumplir
los estímulos del día.
Espinas puede tener
cada metro.
Sin embargo,
en las ramas de los vientos,
puede aparecer el turno
del amor.
Una sorpresa
que el ala negra del tiempo
incierto nos va a otorgar,
para que lo tenebroso
no nos arranque el proceso
de la piedad.
Las colinas
están fuera y nos permiten
que alcancemos a tomar
horizontes más lejanos.
Sin embargo, los chirridos
de las calles nos anuncian
que las golondrinas vuelven
y que los pasos de todos
son estímulos humanos
para aclarar las oscuras
espesuras de los Todos,
en el afán de alcanzar 24
el tono de la alegría,
que perdura y nos mantiene
la emoción de ser humanos,
únicos y singulares,
a pesar de la espesura
de tantas biografías
confluentes en la tarde.
VII. El pueblo
Casi inconmensurable parece la colina
en la linde del pueblo; despertando a los chopos,
el arroyo discurre en murmullos y brisas
y aromas de silencios, como si no estuviera
encauzado a asumir los designios del tiempo.
Amplias meditaciones. Con campos productivos,
sólo los hombres rompen la quietud negativa,
a fin de incendiar cumbres de posibles auroras,
en las que sus destinos han de marcar las rutas. 25
Las estaciones llenan de quehaceres los campos.
El hombre espera y pone ambición en sus obras.
Si la espera se tuerce, en el mismo momento,
lanza la flecha nueva que ha de romper el signo,
a fin de no dejarse abatir por las sombras.
Crea paisajes, crea nuevas formas de estar,
crea naturaleza sin agotar su espacio.
Y sigue serenado a esperar el momento
en que tendrá que abrirse a rendir su existencia.
VIII. El vecino
Observo su mirada. Ha mantenido
cierto sentido de caudal, de especie
vegetal. Ama la tierra. Alcanza
nuevas formas de sentir infinitos,
aunque no sepa que existen los tales.
Pero ahí está, de pié, como los árboles
más antiguos, sintiendo que la brisa
es un toque sensual que le apetece,
porque su piel se asombra del agrado.
Maneja su aventura vital. Sabe 26
que habrá de rendir cuentas cuando llegue
la vestal de las negras banderolas.
No le preocupa, sigue aprovechando
cuanto la vida da de gozo y es –
peranza y diálogos y con las máximas
proclamadas, cumplidas de silencios
o de charlas de poca trascendencia.
¡ Ahí está él ¡ Sus ojos enmascaran
todo cuanto se oculta en su inmanente
composición de ser y de sentir,
por encima de lunas y paisajes.
Permanece llenándome el entorno
de mi ciclo social. Y es agradable
gozar de su presencia contingente,
de su manera de entender el tiempo,
de su azar terrenal. Aunque no sepa
que Heráclito decía que las cosas
“no volverán nunca más y pasan”.
Sabe que pasará con su fortuna
y quedará integrado en el océano
genérico, común, inespecífico,
del olvido de todo el Universo.
27
IX. La flor solitaria en la campiña.
¿Ha nacido del tiempo o del murmullo
de un canto indescifrable de la Aurora?.
¿O es un eco de selva seductora
que transformó lo incógnito en orgullo?.
Debió ser el vestigio del arrullo
entre una brisa y una luz canora.
Instantes de color, hora tras hora,
Transmutados a germen y a capullo.
Aquí están, del silencio, maravilla;
plenas de creación, flor y semilla,
presencia real del ámbito que vemos.
Y, en el anonimato del paisaje,
la belleza se viste con el traje
de plenitud que en esta flor tenemos..
X. El jardín.
Florecen las especies en el orden trazado.
A veces la tristeza, a veces el repique
de la alegría tienen nuevas formas de ver
esto, lo que le envuelve. 28
Suele ser una forma
de estar en la vertiente del día a día.
Sabes
si tu espíritu anhela la emoción del afecto
de las cosas o acaso te pesan los instantes.
Todo está en este ámbito metódico y concreto
como el desarrollarse de tu biología.
Dentro de ti, las cosas no están tan ordenadas,
porque no sabes hoy si el día te sonríe
o el jardín es el lecho donde el tiempo se acuesta
y pasa y te estremeces.
Las estaciones marcan
una idea del siempre.
Nunca sabrás por qué
hoy estás en el gozo de vivir y el mañana
es secuencia infinita de toda incertidumbre.
29
XI. El pinar.
El misterio permite acomodar
la mente a la extensión de lo incomen-
surable.
La tediosa permanencia
de la sombra me inicia en el secreto
de disfrutar de sueños.
Siempre existen
grupitos de estorninos o de alondras
que bordan los paisajes, con cadencias
nuevas, antiguas, vivas, sugerentes.
Y más allá el arcano, que nos habla
de que el mundo es así, variado y nuevo,
con lujos de nostalgias y amenazas
inexistentes, pero sospechadas.
El pasado está aquí, como los vientos
que fueron y dejaron que el silencio
se adueñara del ámbito en que habito.
Los pinos se asemejan a los hombres,
porque hincan sus raíces en la sombra
del misterio que envuelve nuestra especie. 30
Se concentra el sentido de la vida,
en la penumbra de estos bosques
de pinos y pensamos que el horror
de otros recintos no nos pertenecen,
ni nos afectan.
Pero sientes que
el dolor que reflota va afectando
la sensibilidad de los saberes
y sangran las estancias del espíritu
hasta que lo sensible se estremece.
En la meditación que nos provocan
tantos dominios, nada sigue igual.
Percibes que te invade la congoja
continua de ver cuánto sufrimiento
se almacena en las fauces de la Historia.
Y el pavor más agudo es la sonrisa
truncada de aquel niño, muy lejano,
que sintió que arrancaban su existencia
en una convulsión de salvajismos
que se deslizan hacia la barbarie.
No se debe olvidar cuanto sucede.
La memoria es la clave del futuro
porque alguien tiene que contar lo que
fue suceso que no debió existir. 31
XII, La bodega
En la angustia de la melancolía
este ámbito fresco se hace fuente
de aquella condición que, sutilmente,
transformará el racimo en alegría.
Aquí el milagro se hace cada día
de convertir la umbría en confidente
de cambiar el dulzor en un ardiente
poderoso venero de energía.
La Creación es su fabricadora,
porque presta la fuerza guiadora
del poder que, del zumo, ha liberado.
Y, en el ensueño de lo conseguido,
se hace linaje el tiempo preterido.
En soleras, el Sol se ha transformado.
XIII. La Iglesia, el Templo
¿Qué pasa en las conciencias para que el Templo sea
refugio del silencio, de reflexión y álveo 32
de tantas esperanzas, para encauzar la vida
por senderos amables?.
Todo suena distinto:
las altivas palabras no se perciben; sólo
rumores de la sangre que nos provoca el miedo
de las incertidumbres.
Aleteos de angustias,
aromas de murmullos en busca de equilibrios
inestables de anhelos.
Porque todo se puede
derrumbar en los ámbitos de las vidas corrientes
y hasta en las potestades del enigma confuso
de origen y destinos.
Sólo el origen tiene
valor de certidumbre.
El destino está abierto
a las oscuridades. 33
El templo es un recinto
donde la luz asume propiedades de puerto
seguro y protegido contra galernas.
Sinos
oscuros amenazan cada vida, en las huellas
de la fragilidad.
Todo templo es recinto
cercano y adaptado a la humildad del frágil.
Se cree en las presencias imposibles de otros
dominios, donde todo es multitud de anónimos.
Sentimos la presencia de un aliento y que somos
concreción vigorosa de eternidad nostálgica
de insaciables deseos, por los que transitamos,
que nunca llenaremos; ni en la meta dorada.
Intuyes que no es fácil interpretar el ritmo
de la ansiedad constante, en la que nos movemos.
Queremos dar sentido a sueños y ambiciones
Y sólo nos acogen recuerdos y armonías.
El Hombre es un propósito tenaz de aspiraciones.
Las vetas de lo eterno serán su trascendencia. 34
XIV. EL CASTILLO.
Se esculpió de una idea con el cincel del tiempo,
para ocultar angustias tras estos altos muros.
El cóndor del orgullo fue su causa primera,
perfilando segundos y aglutinando instantes.
Ha hurtado al horizonte su púrpura sangrienta,
la emoción y el encanto de los atardeceres
y sus almenas muerden lo que quiero avistar
de extensión o de vida o de azar trascendente.
Son las fauces latentes de espectros agotados
en las congojas de los acosos guerreros.
Centellearon arriba aristas de las armas,
el acre hedor de sangre y el horror de los gritos,
con el que los guerreros infundían valor 35
a su ánimo encendido por una impulsión bélica.
No se ha asociado aún a la ruina del tiempo.
Es un noble vestigio de una manera de
sentir que nuestra vida puede seguir segura,
aunque, en sus muros, nunca posara el ruiseñor.
Las olas de la Historia vivifican recuerdos
de las heladas noches, de las incertidumbres
y de las emociones de ruinas o victorias.
Se llenaron de heridas, triunfos y atardeceres,
los escombros pasados, y la Historia siguió
sin los protagonistas.
Nadie advirtió su ausencia,
la niebla del silencio ocupó extensamente
misterios doblegados al viento de la noche.
Ya sólo se recuerdan los espectros grotescos
de héroes y de víctimas del acobardamiento.
Amigos y enemigos, transidos de silencio,
cerraron los espacios de sus biografías
y en los bordes de ellas, a veces, las ficciones
produjeron cosechas de, cuanto inverosímil,
tiene la faz del hombre de ufana petulancia. 36
Las aves del olvido volaron cautamente
y se fueron posando sobre honras restauradas.
Ahí queda este castillo.
El tiempo venció a todos.
Nadie oye las palabras de arenga o de dolor.
Hay nuevo trascurrir de vidas y sucesos.
Lo heroico actual tiene otra manera de expresarse.
Esto ya ni voz tiene, ni devenir, ni nada.
37
I. Las categorías de mi entorno:
I. No soy un frío…. 7
II. En mi mano comienza una corriente. 7
III. ¿Quién aporta ese mundo que preservo 8
IV. Lo fuera de mi, el mundo es la tiniebla 8
V. Toda ignorancia es una tiniebla 9
VI. Cenizas y humildad forman concierto 9
VII. ¿Qué significa el vuelo de los pájaros, 9
VIII. Debe haber una lira que acompaña 10
IX. Todo es color y madre interminable 10
X. ¿La Nada…….. 10
XI. Esos mundos están y no los puedo 11
XII. Se van iluminando los senderos 11
XIII. El olvido, la alondra memorable 12
XIV. ¿Por qué estamos aquí? 12
XV. ¿Por qué un amigo muere en el silencio 13
XVI. He querido encontrar en mi contorno 13
XVII. El oro de este otoño se viste de existencia 14
XVIII. Mientras cae la tarde, la 15
XIX. Sondeamos al alba cada día 15
XX. Plenitud 20
40
II. Las categorías de la concreción:
I. Las cosas 19
II. Los libros 19
III. El ordenador 20
IV. La butaca 21
V. El bolígrafo 23
VI. La ciudad y sus calles 23
VII. El pueblo 25
VIII. El vecino 26
IX. La flor solitaria en la campiña 28
X. El jardín 28
XI. El pinar 30
XII. La bodega 32
XIII. La iglesia, el templo 32
XIV. El castillo 35
Fin
41
42
Se acabó de imprimir este libro el 8 de Mayo de 2013, festividad de Nuestra Señora de la Antigua
43
Libro de poesía editado en Mayo de 2013
EUSEBIO GARCÍA GONZÁLEZ
LAS CATEGORÍAS DE MI MUNDO
POESÍA
I. Las categorías de mi entorno.
I
No soy un frío e inerte metaloide:
algo me dice que mi entorno empieza
donde el pulsar de mi mano descubre
el contorno que asume el meteoro.
II
En mi mano comienza una corriente
de cenagales o de aguas limpias
que entienden el sendero como un ámbito
por donde avanzarán mis pensamientos.
¿Cómo expresar con signos de lenguaje
lo que anhelamos destacar del mundo
en que vivimos?.
¿Cómo aprehenderlo
y definirlo en clave de existencia,
si es que existir es modo de ver noches
sin luna, con la espera que promete
la banda azul de cósmica mudanza,
con sus horas y cosas inmediatas?.
7
III
¿Quién aporta ese mundo que preservo
para saber que estoy y sigo estando,
en eso que llamamos trascendencia?.
En derredor acumulé sonidos,
rosados pasos, crédulas ideas
y ya no sé si el mundo es lo que veo,
o el mundo es la vertiente entretejida
de matices dorados, de lo que
interpreto que son estas estancias.
IV
Lo fuera de mi, el mundo es la tiniebla
y oscuridades que hay que desgarrar.
No basta percibir color o forma.
Hay que ir más allá y, en el concepto,
destripar cuanto alcanza o se limita,
en el cuenco caduco de las cosas.
8
V
Toda ignorancia es una tiniebla
en cuyo fondo brilla un episodio
de cognición o de discernimiento,
que le hace al hombre humilde o poderoso.
VI
Cenizas y humildad forman concierto.
Incorporamos duda y certidumbres
de si las ceguedades o las púrpuras
son modos de captar el Universo.
VII
¿Qué significa el vuelo de los pájaros,
y el acoso del lobo y el fulgor
de la estrella, la agonía invisible
del hermano que muere herido por
esa zarpa estruendosa de la guerra,
la poza del silencia y el sosiego
del bullir de la mente creadora?.
9
VIII
Debe haber una lira que acompaña
el nacimiento de otros mundos en
el lado intemporal del Universo.
IX
Todo es color y madre interminable
de cuanto aflora, está presente o viene
74de donde no se sabe.
Hay una mano
que amasando los tiempos ennoblece
los vacíos de toda creación.
X
¿La Nada
es un tan imposible como el Algo?
¿Sobre las cosas flotan los ensueños,
las ruinas desoladas de lo que
no se pudo cumplir y aquellos mundos,
no contiguos al día y al entorno,
de cuanto captaré con los sentidos?.
10
XI
Esos mundos están y no los puedo
percibir.
Son los tactos imposibles,
la luz azul de cuanto estoy pensando,
de lo que estoy soñando o capturando.
Doy un valor desconocido al valle
del asombrado amanecer que puebla
los predios propios de ese patrimonio
que, día a día, voy acumulando
en los sembrados del saber, sin datos.
XII
Se van iluminando los senderos
que me han de dirigir hacia la muerte.
Y no sé si la muerte es una sombra
que extenderá su manto inexorable
de olvido, en una eterna incertidumbre,
o una luz cenital donde hay un Todo,
recinto de la rosa inmarchitable,
abierta a contestar tantas preguntas
en el campo inmanente de lo cierto.
11
XIII
El olvido, la alondra memorable,
de la que nada sé.
Pero su canto
se perderá entre luces y penumbras,
de ocasos y de los amaneceres,
en los que no estaré, ni en el recuerdo
de cuantos conocí, cuantos me amaron
o cuantos construyeron un recinto
del mundo, junto a mí, cuanto la Historia
anotó en los Anales contingentes.
Porque es lo contingente lo que vivo.
Y lo que sé, un día no será
saber…………
Ni nada.
XIV
¿Por qué estamos aquí?.
¿Por qué me acerca
la emoción al lucero de la tarde?.
12
XV
¿Por qué un amigo muere en el silencio
de una amargura por lo no cumplido?.
¿Por dónde pacerán sus experiencias,
tantas, movidas y manifestadas
y firmadas en cánticos y tablas?.
¿Por qué el lucero de la tarde nunca
derramará su aliento en la serena
oquedad que ha dejado lo que fue
corriente sustancial de su presencia?
XVI
He querido encontrar en mi contorno
y en mi mismo, la mena donde tanto
se recrea y espero del futuro.
Porque navego y voy en la deriva
que avanza con los días, mas mirando
hacia el piélago, ciclo que rehúyo,
hacia no sé que tiempo ni que espacio.
13
XVII.
En derredor siempre la bestia acecha:
se esconde, se camufla, se disfraza.
Unas veces, es cuervo carroñero;
otras un buitre predador que ataca.
Pero siempre la bestia misma, hambrienta
de herir, de desgarrar, de hacer carnaza:
su objetivo, romper tus Infinitos
y hacerlos broza inútil de la Nada.
XVIII
El oro de este otoño se viste de existencia
caduca y renacida, como los horizontes.
Me incita a valorar el orden, la armonía,
llenos de sus esencias, veneros de factores,
en los que los contrastes nos sugieren conceptos.
¿Por qué de esa arboleda me nacen nuevos bríos
de ser y de existir?.
El oro de los bosques
nos procuran ejemplos de que hay recintos sólidos,
antes que el remolino nos convierte en anónimos
peregrinos ausentes del espacio y del tiempo.
14
XIX
Mientras cae la tarde, la
certidumbre de que me estoy
sintiendo un nudo palpitante,
penetra hacia la sombra.
Luego
surgen los ecos que la luz
del horizonte va dejando
atrás, colgados.
Conjunción
desvanecida de las cosas
y los seres.
Sólo percibo la armonía
del universo en este instante.
XX
Sondeamos al alba cada día
para entender por qué nos emociona
iniciar la jornada.
Gota a gota la vida se acumula
como el rocío sobre la hojarasca.
15
Se funde y desvanece, pero
queda acopiada como en el borde
que el futuro denuncia.
XXI
Plenitud.
No sientes la distancia,
a las cosas, ni el eco, ni las formas,
ni el afán de sentir.
Tan solo es un estado
de permanencia, de saber
que estás en el asombro
de percibir un cosmos que en ti mismo
se sintetiza y abre la insurrección sutil
de tantas percepciones.
Acabas agobiado
por una consistencia de saberte elevado
a este silencio creativo y neto.
16
I I. Las categorías de la concreción.
17
18
I Las cosas
Se aman las cosas. No tengo
más mundo que el que me ofrecen.
Púrpura de los sentidos,
su contacto permanece,
Son la percepción más próxima.
Lo lejos desaparece.
II. los libros.
Cada libro es como un sueño
que alguien tuvo y me lo entrega.
Con ellos hago mi mundo
de realidades y esencias.
Por el callejón oscuro
del tiempo enciendo esas velas.
Me voy haciendo a la luz
poco a poco.
19 Centellean
las certidumbres de siempre;
de bastiones me rodean
y estoy pisando lo incierto
abriendo al futuro puertas.
III. El ordenador
De mi mundo ha hecho un ovillo
de cosas, de pensamientos,
de historias y de conjuntos
de espejos y nimiedades;
de nuevas que no me importan,
ni importan a más, vencejos
en los vuelos de las tardes.
En caminos vespertinos,
transito por unas múltiples
curiosidades inútiles.
Muchos pasamos sin verlas,
como quien oye llover,
y está bajo los almendros,
en flor, de las pertenencias.
Añoran nubes radiantes,
oscuras, rosadas, ber-
mejas, amarillas, grises:
torrentes de ideas que
no conozco y que me surgen 20
como los juncos y hongos
otoñales; los vestigios
hediondos de un holocausto;
la bestia de testa infame.
La unidad de este Universo
y esta Aurora se incorporan
a mi y al inicio de
tanta verdad, desde oscuros
manantiales de misterio.
Mi mente siempre utiliza
la guadaña de los sueños
para que nunca se altere
eso que me hace ser, en
cada día, la sonrisa
que fue incluida en los mundos
de los que muy poco sé.
He aprendido a ser campana
que extiende sus resonancias,
únicas y singulares,
por el extenso sembrado
de una eternidad fecunda.
IV. La butaca
Liviano yacimiento de atardeceres. Vence
la efigie rosa que surge del remolino 21
de las horas serenas. Se atenúa la inquieta
soledad verdi azul de las preocupaciones.
Desde ella se perciben las campanas que anuncian
felicidades o tristezas, los convulsos
truenos, las tempestades y el canto de los pájaros.
Por sobre la añoranza flotan las certidumbres
y deambula le mente por las trochas sombrías
o alegres del reposo, que está tendiendo puertas,
entre lo que eres y entre lo que deseas,
de entre lo que transcurre, que llamamos vivir.
Es símbolo y trofeo que, en el final del día,
logras arrebatar a la agitación
de todas las jornadas, mientras rueda la tarde,
mientras las multitudes trepidan en sus áreas.
Es enclave sereno, donde se te permite
ser el hombre que crea y se hace trascendente.
Lecho de libertades, donde la humana estirpe
encarna biografías de apasionados tonos,
trepar por las montañas y trasverter al lobo
llenando de misterio lo turbio y lo que es claro.
Rememorar paisajes, trepar por los anhelos;
dar magia a sus laderas, penetrar en los bosques
y asombrarse de estar viviendo y esperando
que todos los misterios aclaren sus esencias. 22
V. El bolígrafo.
Las sombras del crepúsculo adjudican
a mi presencia un ámbito imprevisto.
lugares y emoción dicen que existo.
Poniente, Ser y Sol se identifican.
Con este humilde objeto se edifican
cantos de floración de cuanto avisto.
En ese mar de reflexión subsisto.
Objetos y razón lo testifican.
Fecunda, una corriente, pulso y mano,
desde la mente fluye. Es una fuente
de brisas, de luciérnagas, de asombros.
El alfoz crea ensueños, grano a grano,
y los surcos del huerto trascendente,
ponen la eternidad sobre mis hombros.
VI. La ciudad y sus calles.
¿Nunca el silencio se extiende?
¿Reposan las amarguras?
Es un mundo tenebroso
y al mismo tiempo refugio, 23
donde podemos cumplir
los estímulos del día.
Espinas puede tener
cada metro.
Sin embargo,
en las ramas de los vientos,
puede aparecer el turno
del amor.
Una sorpresa
que el ala negra del tiempo
incierto nos va a otorgar,
para que lo tenebroso
no nos arranque el proceso
de la piedad.
Las colinas
están fuera y nos permiten
que alcancemos a tomar
horizontes más lejanos.
Sin embargo, los chirridos
de las calles nos anuncian
que las golondrinas vuelven
y que los pasos de todos
son estímulos humanos
para aclarar las oscuras
espesuras de los Todos,
en el afán de alcanzar 24
el tono de la alegría,
que perdura y nos mantiene
la emoción de ser humanos,
únicos y singulares,
a pesar de la espesura
de tantas biografías
confluentes en la tarde.
VII. El pueblo
Casi inconmensurable parece la colina
en la linde del pueblo; despertando a los chopos,
el arroyo discurre en murmullos y brisas
y aromas de silencios, como si no estuviera
encauzado a asumir los designios del tiempo.
Amplias meditaciones. Con campos productivos,
sólo los hombres rompen la quietud negativa,
a fin de incendiar cumbres de posibles auroras,
en las que sus destinos han de marcar las rutas. 25
Las estaciones llenan de quehaceres los campos.
El hombre espera y pone ambición en sus obras.
Si la espera se tuerce, en el mismo momento,
lanza la flecha nueva que ha de romper el signo,
a fin de no dejarse abatir por las sombras.
Crea paisajes, crea nuevas formas de estar,
crea naturaleza sin agotar su espacio.
Y sigue serenado a esperar el momento
en que tendrá que abrirse a rendir su existencia.
VIII. El vecino
Observo su mirada. Ha mantenido
cierto sentido de caudal, de especie
vegetal. Ama la tierra. Alcanza
nuevas formas de sentir infinitos,
aunque no sepa que existen los tales.
Pero ahí está, de pié, como los árboles
más antiguos, sintiendo que la brisa
es un toque sensual que le apetece,
porque su piel se asombra del agrado.
Maneja su aventura vital. Sabe 26
que habrá de rendir cuentas cuando llegue
la vestal de las negras banderolas.
No le preocupa, sigue aprovechando
cuanto la vida da de gozo y es –
peranza y diálogos y con las máximas
proclamadas, cumplidas de silencios
o de charlas de poca trascendencia.
¡ Ahí está él ¡ Sus ojos enmascaran
todo cuanto se oculta en su inmanente
composición de ser y de sentir,
por encima de lunas y paisajes.
Permanece llenándome el entorno
de mi ciclo social. Y es agradable
gozar de su presencia contingente,
de su manera de entender el tiempo,
de su azar terrenal. Aunque no sepa
que Heráclito decía que las cosas
“no volverán nunca más y pasan”.
Sabe que pasará con su fortuna
y quedará integrado en el océano
genérico, común, inespecífico,
del olvido de todo el Universo.
27
IX. La flor solitaria en la campiña.
¿Ha nacido del tiempo o del murmullo
de un canto indescifrable de la Aurora?.
¿O es un eco de selva seductora
que transformó lo incógnito en orgullo?.
Debió ser el vestigio del arrullo
entre una brisa y una luz canora.
Instantes de color, hora tras hora,
Transmutados a germen y a capullo.
Aquí están, del silencio, maravilla;
plenas de creación, flor y semilla,
presencia real del ámbito que vemos.
Y, en el anonimato del paisaje,
la belleza se viste con el traje
de plenitud que en esta flor tenemos..
X. El jardín.
Florecen las especies en el orden trazado.
A veces la tristeza, a veces el repique
de la alegría tienen nuevas formas de ver
esto, lo que le envuelve. 28
Suele ser una forma
de estar en la vertiente del día a día.
Sabes
si tu espíritu anhela la emoción del afecto
de las cosas o acaso te pesan los instantes.
Todo está en este ámbito metódico y concreto
como el desarrollarse de tu biología.
Dentro de ti, las cosas no están tan ordenadas,
porque no sabes hoy si el día te sonríe
o el jardín es el lecho donde el tiempo se acuesta
y pasa y te estremeces.
Las estaciones marcan
una idea del siempre.
Nunca sabrás por qué
hoy estás en el gozo de vivir y el mañana
es secuencia infinita de toda incertidumbre.
29
XI. El pinar.
El misterio permite acomodar
la mente a la extensión de lo incomen-
surable.
La tediosa permanencia
de la sombra me inicia en el secreto
de disfrutar de sueños.
Siempre existen
grupitos de estorninos o de alondras
que bordan los paisajes, con cadencias
nuevas, antiguas, vivas, sugerentes.
Y más allá el arcano, que nos habla
de que el mundo es así, variado y nuevo,
con lujos de nostalgias y amenazas
inexistentes, pero sospechadas.
El pasado está aquí, como los vientos
que fueron y dejaron que el silencio
se adueñara del ámbito en que habito.
Los pinos se asemejan a los hombres,
porque hincan sus raíces en la sombra
del misterio que envuelve nuestra especie. 30
Se concentra el sentido de la vida,
en la penumbra de estos bosques
de pinos y pensamos que el horror
de otros recintos no nos pertenecen,
ni nos afectan.
Pero sientes que
el dolor que reflota va afectando
la sensibilidad de los saberes
y sangran las estancias del espíritu
hasta que lo sensible se estremece.
En la meditación que nos provocan
tantos dominios, nada sigue igual.
Percibes que te invade la congoja
continua de ver cuánto sufrimiento
se almacena en las fauces de la Historia.
Y el pavor más agudo es la sonrisa
truncada de aquel niño, muy lejano,
que sintió que arrancaban su existencia
en una convulsión de salvajismos
que se deslizan hacia la barbarie.
No se debe olvidar cuanto sucede.
La memoria es la clave del futuro
porque alguien tiene que contar lo que
fue suceso que no debió existir. 31
XII, La bodega
En la angustia de la melancolía
este ámbito fresco se hace fuente
de aquella condición que, sutilmente,
transformará el racimo en alegría.
Aquí el milagro se hace cada día
de convertir la umbría en confidente
de cambiar el dulzor en un ardiente
poderoso venero de energía.
La Creación es su fabricadora,
porque presta la fuerza guiadora
del poder que, del zumo, ha liberado.
Y, en el ensueño de lo conseguido,
se hace linaje el tiempo preterido.
En soleras, el Sol se ha transformado.
XIII. La Iglesia, el Templo
¿Qué pasa en las conciencias para que el Templo sea
refugio del silencio, de reflexión y álveo 32
de tantas esperanzas, para encauzar la vida
por senderos amables?.
Todo suena distinto:
las altivas palabras no se perciben; sólo
rumores de la sangre que nos provoca el miedo
de las incertidumbres.
Aleteos de angustias,
aromas de murmullos en busca de equilibrios
inestables de anhelos.
Porque todo se puede
derrumbar en los ámbitos de las vidas corrientes
y hasta en las potestades del enigma confuso
de origen y destinos.
Sólo el origen tiene
valor de certidumbre.
El destino está abierto
a las oscuridades. 33
El templo es un recinto
donde la luz asume propiedades de puerto
seguro y protegido contra galernas.
Sinos
oscuros amenazan cada vida, en las huellas
de la fragilidad.
Todo templo es recinto
cercano y adaptado a la humildad del frágil.
Se cree en las presencias imposibles de otros
dominios, donde todo es multitud de anónimos.
Sentimos la presencia de un aliento y que somos
concreción vigorosa de eternidad nostálgica
de insaciables deseos, por los que transitamos,
que nunca llenaremos; ni en la meta dorada.
Intuyes que no es fácil interpretar el ritmo
de la ansiedad constante, en la que nos movemos.
Queremos dar sentido a sueños y ambiciones
Y sólo nos acogen recuerdos y armonías.
El Hombre es un propósito tenaz de aspiraciones.
Las vetas de lo eterno serán su trascendencia. 34
XIV. EL CASTILLO.
Se esculpió de una idea con el cincel del tiempo,
para ocultar angustias tras estos altos muros.
El cóndor del orgullo fue su causa primera,
perfilando segundos y aglutinando instantes.
Ha hurtado al horizonte su púrpura sangrienta,
la emoción y el encanto de los atardeceres
y sus almenas muerden lo que quiero avistar
de extensión o de vida o de azar trascendente.
Son las fauces latentes de espectros agotados
en las congojas de los acosos guerreros.
Centellearon arriba aristas de las armas,
el acre hedor de sangre y el horror de los gritos,
con el que los guerreros infundían valor 35
a su ánimo encendido por una impulsión bélica.
No se ha asociado aún a la ruina del tiempo.
Es un noble vestigio de una manera de
sentir que nuestra vida puede seguir segura,
aunque, en sus muros, nunca posara el ruiseñor.
Las olas de la Historia vivifican recuerdos
de las heladas noches, de las incertidumbres
y de las emociones de ruinas o victorias.
Se llenaron de heridas, triunfos y atardeceres,
los escombros pasados, y la Historia siguió
sin los protagonistas.
Nadie advirtió su ausencia,
la niebla del silencio ocupó extensamente
misterios doblegados al viento de la noche.
Ya sólo se recuerdan los espectros grotescos
de héroes y de víctimas del acobardamiento.
Amigos y enemigos, transidos de silencio,
cerraron los espacios de sus biografías
y en los bordes de ellas, a veces, las ficciones
produjeron cosechas de, cuanto inverosímil,
tiene la faz del hombre de ufana petulancia. 36
Las aves del olvido volaron cautamente
y se fueron posando sobre honras restauradas.
Ahí queda este castillo.
El tiempo venció a todos.
Nadie oye las palabras de arenga o de dolor.
Hay nuevo trascurrir de vidas y sucesos.
Lo heroico actual tiene otra manera de expresarse.
Esto ya ni voz tiene, ni devenir, ni nada.
37
I. Las categorías de mi entorno:
I. No soy un frío…. 7
II. En mi mano comienza una corriente. 7
III. ¿Quién aporta ese mundo que preservo 8
IV. Lo fuera de mi, el mundo es la tiniebla 8
V. Toda ignorancia es una tiniebla 9
VI. Cenizas y humildad forman concierto 9
VII. ¿Qué significa el vuelo de los pájaros, 9
VIII. Debe haber una lira que acompaña 10
IX. Todo es color y madre interminable 10
X. ¿La Nada…….. 10
XI. Esos mundos están y no los puedo 11
XII. Se van iluminando los senderos 11
XIII. El olvido, la alondra memorable 12
XIV. ¿Por qué estamos aquí? 12
XV. ¿Por qué un amigo muere en el silencio 13
XVI. He querido encontrar en mi contorno 13
XVII. El oro de este otoño se viste de existencia 14
XVIII. Mientras cae la tarde, la 15
XIX. Sondeamos al alba cada día 15
XX. Plenitud 20
40
II. Las categorías de la concreción:
I. Las cosas 19
II. Los libros 19
III. El ordenador 20
IV. La butaca 21
V. El bolígrafo 23
VI. La ciudad y sus calles 23
VII. El pueblo 25
VIII. El vecino 26
IX. La flor solitaria en la campiña 28
X. El jardín 28
XI. El pinar 30
XII. La bodega 32
XIII. La iglesia, el templo 32
XIV. El castillo 35
Fin
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Se acabó de imprimir este libro el 8 de Mayo de 2013, festividad de Nuestra Señora de la Antigua
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