viernes, abril 22, 2005

Cartas de Amor de un Romántico Sentimental, de Eduardo Ferrández

Querido Eduardo:

He recibido con gran agrado ese que titulas “Cartas de amor de un romántico algo sentimental”, librito de veinticinco páginas, en octavo, como se decía antes, en A6, que se dice ahora, y que son un auténtico regalo. Regalo de Navidad, regalo del amigo y un regalo para la sensibilidad. Me ha gustado tanto, que no he resistido la tentación de analizarle, en estos días en los que el trabajo cede un poco por las Fiestas y entre copa y copa, siempre queda un rato para la reflexión, la atención al mundo interior y también apreciar el regalo que supone tener amigos como vosotros. Cuando recibo un libro como éste, me entra una desazón que no me deja parar hasta que lo he destripado. Es un fallo de mi personalidad, pero ¿qué le vamos a hacer?.

Ahí va mi análisis. Ya sabes el análisis es mío y para mi. Quizás a otros no les valga, pero yo me he preguntado: ¿Por qué este libro me gusta tanto?. La respuesta está en las líneas que siguen.

FORMA:

Versos blancos, heptasílabos y algunos hexasílabos, eneasílabos, endecasílabos y alejandrinos, intercalados. Versos orquestados. Los pensamientos son los pensamientos. Los versos son los versos. Ambos confluyen, pero cada uno va por su camino. Los no heptasílabos le sirven al poeta para añadir expresividad a su poema. Como momentos de reposo en la ansiedad lírica. Por tanto, encuadrado en las formas clásicas. Además la forma le da unidad. Dieciocho poemas. Trescientos sesenta y seis versos. Trescientas sesenta y seis delicias. Unas mil setecientas palabras. Todo un mundo lírico y onírico en mil setecientas palabras. ¿Hay quien dé más?

LENGUAJE:

Sencillo, fluido, natural, a veces algo conceptuosamente expresivo. Pero es conceptuoso por la misma naturaleza del significado, porque ¿qué es el amor, sino una contradicción antropológica?. Sinestesias, las justas. Metáforas sencillas y de primera mano, pero llenas de originalidad y sin perder su visión clasicista.

FONDO Y SUS CONCEPTOS:

Tanta delicia encierran estos versos que analizarlos es estropear el efecto que causan sobre la sensibilidad. Pero siempre deseamos saber porqué unos poemas, unos versos, nos llegan tan adentro que nos incitar a releerlos y releerlos sucesivamente. El autor no ha cambiado, ni de filosofía, ni de conceptos básicos, pero los ha adaptado al fenómeno amoroso, ya que el amor no es la vida, pero va en la vida cada día, cada lustro, en toda nuestra existencia.
Tu eres mi esfinge y yo
Preciso someterme
A tu enigma diario
Para sobrevivirme
En ti. ........

El poeta analiza y considera, poéticamente, en qué forma se comporta el amor dentro de él, en qué forma transcurre ese fenómeno vital que nos ayuda a sobrellevar la caducidad y la contingencia de nuestra vida.

................ Pues
una hora ha muerto, aunque otra
nueva ha nacido. Es
el flujo de vivir.

Después de este análisis que sigue, volví a leer los dieciocho poemas y mi sensibilidad se vio más afectada todavía. Otro amigo mío que es un platónico, hasta en el quehacer diario de la vida, dice: “el proceso platónico nos llega por seis escalones, ante nosotros mismos o por influencia de los demás, pero siempre dirigido hacia algo: conocer, razonar, convencer, persuadir, seducir, enamorar y disfrutar o gozar”. Esto es lo que he intentado con este estudio de los poemas de Eduardo y el proceso ha sido positivo, porque además, como sucede con todos los escritos de los poetas, he mirado en mi mismo el fenómeno amoroso y he aceptado los presupuestos que Eduardo propone, mejor dicho, no los propone, sino que los presenta, los muestra, como base poética de sentimiento propio de la fenomenología amorosa que ofrece como propia.

Veamos:

Para llegar al amor hay que conocer y ese conocimiento nos produce los “deseos” , que son una puerta que se abre y se cierra a voluntad.

...... Estuvo
en él de par en par la puerta abierta
a los deseos. Tarde
ya, la cerré. ...........

Presupuesto el hecho de abrir la puerta a los “deseos” el sentido poético que da Eduardo al amor, me recuerda la filosofía presocrática. Eduardo tiene una básica formación y convicción filosóficas, aunque lo disimula con sus conocimientos históricos. Por eso quizá entiende que el amor es difuso y un dilema entre su esencia y su consistencia; Eso difuso e inseguro del amor queda plasmado en la carta nº 1 y :

................Palpo
tus cartas y las mías
y tienen consistencia de ser vivo, .............

pero consistencia en dos sentidos:

.... .......................... Mira
que todo es sueño menos
la obstinación de sernos y de estarnos. ........

En el sentido de contenido y en el sentido de solidez, ya que se va concretando en “cosas” las cuales han de darle “solidez” que el amor, en sí mismo, no tiene.


Las cosas y los tiempos y los nombres caen en el olvido, pero nunca el amor. Para conciliar estos conceptos o sentimientos que parecen contradictorios Eduardo da la solución. El amor tiene dos tiempos: su realidad y el recuerdo, su memoria.

......................Y es mágica
la noche en la memoria. ....................

........ y luego
nos vamos sin retorno
a cincelar olvidos.

Esta es el recinto del amor, que además, nos incrusta en el tiempo. Por ello el amor es eterno

...... ¿Sabíamos entonces
que el amor es eterno?.

y como eterno, sin presencia constante de la o las personas, lo considera una flor tronchada y seca.

.......... y dejaré
en la losa la flor
tronchada y seca
de nuestro amor eterno. ......

Sin embargo, el amor en esa perennidad existencial, que a veces no se puede expresar, nos absorbe en un sueño del que no queremos despertar; sueño que invade los sentidos y los llena de objetos propios. Es y no es, en el sentido de que el ser es estático y en cambio el amor es dinámico; es ese sueño que está ahí, no estando, como el río de Heráclito o el “apeirón” de Anaximandro. Porque los sueños están no estando.

.... Y fue todo, sin ser,
un desusado siendo.

Y el amor al no tener existencia en sí, la tiene que tener en otros o en otras cosas:

...................Pero
yo estoy en tus sombríos
presentimientos, en tus soledades,
en tus silencios.........
...... mas como en sueños. ........ ........

por ello el amor produce confusión afectiva entre “lo tuyo” y “lo mío” y para poner ambos en relación se requiere comunicación, la que sea. En consecuencia, para el poeta una carta es la voz del amor. Quizá por ello escribe Eduardo estas dieciocho cartas.

.......Ya no sé
caminar sin tu voz
muda, pero expresiva,
hecha caligrafía
en el blanco papel ..........

A pesar de la comunicación, por la consistencia indefinida del amor, se nos produce inseguridad, porque es un enigma diario y un riesgo de mudanza, algo esencialmente imposible, motor de razones imposibles, pero que nos hace sobrevivir en el otro.

...... preciso someterme
a tu enigma diario
para sobrevivirme
en ti. ....................

Ese otro, la amada, es una imagen que, cada vez que la ilumina un sol nuevo, es una imagen nueva

..............pero tu imagen brilla
a la luz de un sol nuevo
y me ciega su brillo.

y que cuando el amor no se alcanza se nos produce un desgarramiento interior y exterior, un dolor que nos hace resbalar hacia el silencio.

..........Pero cuánto dolor
resbala de mí hasta
el silencio, .................

Alrededor de estas ideas o de estos sentimientos giran otros conceptos poéticos, como el del tiempo. Este es el tiempo del amor y siempre es uno, aunque en él nos sorprende que conservemos nuestra individualidad y parece como si, a través del tiempo, esa nuestra individualidad y nuestro amor marcharan separados por distintos senderos, así como la pasión que cuando se ha agotado es un recuerdo donde los fantasmas reviven y la amada con ellos, en cada instante.

......Ahora sólo queda
detenernos al borde del camino
a ver si pasan, grises,
las figuras que fueron
una vez, y tú fuiste
una de ellas, y luego
nos vamos sin retorno
a cincelar olvidos.

Todo está unido a la existencia que es un despojarse de sí mismo lentamente y al final la nada, que desde el amor, es el anhelar sin conseguir satisfacer los deseos.


Eusebio García González

A Jesús Esteban García Calero, mi hijo

A Jesús - Esteban García Calero, mi hijo
Llevas la luz del Sol entre las sienes.
Tu noche ya la tienes acabada.
Es primavera en tu estacioón ansiada.
De un agobiante páramo provienes.

Es preciso que la heredad serenes.
Haz del silencio el pie de la alborada.
Enciende en voz la antorcha arrebatada
al ansia de prodigios que sostienes.

Sigue en la selva; troncha la maraña.
Lucha y pelea hablando al horizonte.
Olvida las heridas de las manos.

Mira a la luz y trepa a tu cabaña.
No vencerá quien lo áspero no afronte
con el coraje y ardimiento humanos.

Agosto de 1993.