miércoles, mayo 01, 2013

Las Categorías de mi mundo

Las categorías de mi mundo
Libro de poesía editado en Mayo de 2013


EUSEBIO GARCÍA GONZÁLEZ







LAS CATEGORÍAS DE MI MUNDO











POESÍA





I. Las categorías de mi entorno.

I

No soy un frío e inerte metaloide:

algo me dice que mi entorno empieza

donde el pulsar de mi mano descubre

el contorno que asume el meteoro.



II



En mi mano comienza una corriente

de cenagales o de aguas limpias

que entienden el sendero como un ámbito

por donde avanzarán mis pensamientos.



¿Cómo expresar con signos de lenguaje

lo que anhelamos destacar del mundo

en que vivimos?.

¿Cómo aprehenderlo

y definirlo en clave de existencia,

si es que existir es modo de ver noches



sin luna, con la espera que promete

la banda azul de cósmica mudanza,

con sus horas y cosas inmediatas?.

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III



¿Quién aporta ese mundo que preservo

para saber que estoy y sigo estando,

en eso que llamamos trascendencia?.



En derredor acumulé sonidos,

rosados pasos, crédulas ideas

y ya no sé si el mundo es lo que veo,

o el mundo es la vertiente entretejida

de matices dorados, de lo que

interpreto que son estas estancias.





IV



Lo fuera de mi, el mundo es la tiniebla

y oscuridades que hay que desgarrar.



No basta percibir color o forma.



Hay que ir más allá y, en el concepto,

destripar cuanto alcanza o se limita,

en el cuenco caduco de las cosas.







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V



Toda ignorancia es una tiniebla

en cuyo fondo brilla un episodio

de cognición o de discernimiento,

que le hace al hombre humilde o poderoso.





VI



Cenizas y humildad forman concierto.



Incorporamos duda y certidumbres

de si las ceguedades o las púrpuras

son modos de captar el Universo.









VII



¿Qué significa el vuelo de los pájaros,

y el acoso del lobo y el fulgor

de la estrella, la agonía invisible

del hermano que muere herido por

esa zarpa estruendosa de la guerra,

la poza del silencia y el sosiego

del bullir de la mente creadora?.



9

VIII



Debe haber una lira que acompaña

el nacimiento de otros mundos en

el lado intemporal del Universo.





IX



Todo es color y madre interminable

de cuanto aflora, está presente o viene

74de donde no se sabe.



Hay una mano



que amasando los tiempos ennoblece

los vacíos de toda creación.



X



¿La Nada

es un tan imposible como el Algo?



¿Sobre las cosas flotan los ensueños,

las ruinas desoladas de lo que

no se pudo cumplir y aquellos mundos,

no contiguos al día y al entorno,

de cuanto captaré con los sentidos?.



10

XI



Esos mundos están y no los puedo

percibir.

Son los tactos imposibles,

la luz azul de cuanto estoy pensando,

de lo que estoy soñando o capturando.



Doy un valor desconocido al valle

del asombrado amanecer que puebla

los predios propios de ese patrimonio

que, día a día, voy acumulando

en los sembrados del saber, sin datos.







XII



Se van iluminando los senderos

que me han de dirigir hacia la muerte.



Y no sé si la muerte es una sombra

que extenderá su manto inexorable

de olvido, en una eterna incertidumbre,

o una luz cenital donde hay un Todo,

recinto de la rosa inmarchitable,

abierta a contestar tantas preguntas

en el campo inmanente de lo cierto.



11

XIII



El olvido, la alondra memorable,

de la que nada sé.

Pero su canto

se perderá entre luces y penumbras,

de ocasos y de los amaneceres,

en los que no estaré, ni en el recuerdo

de cuantos conocí, cuantos me amaron

o cuantos construyeron un recinto

del mundo, junto a mí, cuanto la Historia

anotó en los Anales contingentes.



Porque es lo contingente lo que vivo.



Y lo que sé, un día no será

saber…………

Ni nada.





XIV



¿Por qué estamos aquí?.



¿Por qué me acerca

la emoción al lucero de la tarde?.





12



XV



¿Por qué un amigo muere en el silencio

de una amargura por lo no cumplido?.



¿Por dónde pacerán sus experiencias,

tantas, movidas y manifestadas

y firmadas en cánticos y tablas?.



¿Por qué el lucero de la tarde nunca

derramará su aliento en la serena

oquedad que ha dejado lo que fue

corriente sustancial de su presencia?





XVI



He querido encontrar en mi contorno

y en mi mismo, la mena donde tanto

se recrea y espero del futuro.



Porque navego y voy en la deriva

que avanza con los días, mas mirando

hacia el piélago, ciclo que rehúyo,

hacia no sé que tiempo ni que espacio.







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XVII.



En derredor siempre la bestia acecha:

se esconde, se camufla, se disfraza.



Unas veces, es cuervo carroñero;

otras un buitre predador que ataca.



Pero siempre la bestia misma, hambrienta

de herir, de desgarrar, de hacer carnaza:

su objetivo, romper tus Infinitos

y hacerlos broza inútil de la Nada.



XVIII



El oro de este otoño se viste de existencia

caduca y renacida, como los horizontes.



Me incita a valorar el orden, la armonía,

llenos de sus esencias, veneros de factores,

en los que los contrastes nos sugieren conceptos.



¿Por qué de esa arboleda me nacen nuevos bríos

de ser y de existir?.

El oro de los bosques

nos procuran ejemplos de que hay recintos sólidos,

antes que el remolino nos convierte en anónimos

peregrinos ausentes del espacio y del tiempo.

14



XIX



Mientras cae la tarde, la

certidumbre de que me estoy

sintiendo un nudo palpitante,

penetra hacia la sombra.



Luego

surgen los ecos que la luz

del horizonte va dejando

atrás, colgados.



Conjunción

desvanecida de las cosas

y los seres.



Sólo percibo la armonía

del universo en este instante.







XX



Sondeamos al alba cada día

para entender por qué nos emociona

iniciar la jornada.



Gota a gota la vida se acumula

como el rocío sobre la hojarasca.

15

Se funde y desvanece, pero

queda acopiada como en el borde

que el futuro denuncia.



XXI



Plenitud.



No sientes la distancia,

a las cosas, ni el eco, ni las formas,

ni el afán de sentir.



Tan solo es un estado

de permanencia, de saber

que estás en el asombro

de percibir un cosmos que en ti mismo

se sintetiza y abre la insurrección sutil

de tantas percepciones.



Acabas agobiado

por una consistencia de saberte elevado

a este silencio creativo y neto.







16

I I. Las categorías de la concreción.



























17





























18



I Las cosas



Se aman las cosas. No tengo

más mundo que el que me ofrecen.



Púrpura de los sentidos,

su contacto permanece,



Son la percepción más próxima.



Lo lejos desaparece.





II. los libros.



Cada libro es como un sueño

que alguien tuvo y me lo entrega.



Con ellos hago mi mundo

de realidades y esencias.



Por el callejón oscuro

del tiempo enciendo esas velas.



Me voy haciendo a la luz

poco a poco.



19 Centellean

las certidumbres de siempre;

de bastiones me rodean

y estoy pisando lo incierto

abriendo al futuro puertas.





III. El ordenador



De mi mundo ha hecho un ovillo

de cosas, de pensamientos,

de historias y de conjuntos

de espejos y nimiedades;

de nuevas que no me importan,

ni importan a más, vencejos

en los vuelos de las tardes.



En caminos vespertinos,

transito por unas múltiples

curiosidades inútiles.



Muchos pasamos sin verlas,

como quien oye llover,

y está bajo los almendros,

en flor, de las pertenencias.



Añoran nubes radiantes,

oscuras, rosadas, ber-

mejas, amarillas, grises:

torrentes de ideas que

no conozco y que me surgen 20

como los juncos y hongos

otoñales; los vestigios

hediondos de un holocausto;

la bestia de testa infame.



La unidad de este Universo

y esta Aurora se incorporan

a mi y al inicio de

tanta verdad, desde oscuros

manantiales de misterio.



Mi mente siempre utiliza

la guadaña de los sueños

para que nunca se altere

eso que me hace ser, en

cada día, la sonrisa

que fue incluida en los mundos

de los que muy poco sé.



He aprendido a ser campana

que extiende sus resonancias,

únicas y singulares,

por el extenso sembrado

de una eternidad fecunda.





IV. La butaca



Liviano yacimiento de atardeceres. Vence

la efigie rosa que surge del remolino 21

de las horas serenas. Se atenúa la inquieta

soledad verdi azul de las preocupaciones.



Desde ella se perciben las campanas que anuncian

felicidades o tristezas, los convulsos

truenos, las tempestades y el canto de los pájaros.



Por sobre la añoranza flotan las certidumbres

y deambula le mente por las trochas sombrías

o alegres del reposo, que está tendiendo puertas,

entre lo que eres y entre lo que deseas,

de entre lo que transcurre, que llamamos vivir.



Es símbolo y trofeo que, en el final del día,

logras arrebatar a la agitación

de todas las jornadas, mientras rueda la tarde,

mientras las multitudes trepidan en sus áreas.



Es enclave sereno, donde se te permite

ser el hombre que crea y se hace trascendente.



Lecho de libertades, donde la humana estirpe

encarna biografías de apasionados tonos,

trepar por las montañas y trasverter al lobo

llenando de misterio lo turbio y lo que es claro.



Rememorar paisajes, trepar por los anhelos;

dar magia a sus laderas, penetrar en los bosques

y asombrarse de estar viviendo y esperando

que todos los misterios aclaren sus esencias. 22





V. El bolígrafo.



Las sombras del crepúsculo adjudican

a mi presencia un ámbito imprevisto.

lugares y emoción dicen que existo.

Poniente, Ser y Sol se identifican.



Con este humilde objeto se edifican

cantos de floración de cuanto avisto.

En ese mar de reflexión subsisto.

Objetos y razón lo testifican.



Fecunda, una corriente, pulso y mano,

desde la mente fluye. Es una fuente

de brisas, de luciérnagas, de asombros.



El alfoz crea ensueños, grano a grano,

y los surcos del huerto trascendente,

ponen la eternidad sobre mis hombros.





VI. La ciudad y sus calles.



¿Nunca el silencio se extiende?

¿Reposan las amarguras?



Es un mundo tenebroso

y al mismo tiempo refugio, 23

donde podemos cumplir

los estímulos del día.



Espinas puede tener

cada metro.

Sin embargo,

en las ramas de los vientos,

puede aparecer el turno

del amor.



Una sorpresa

que el ala negra del tiempo

incierto nos va a otorgar,

para que lo tenebroso

no nos arranque el proceso

de la piedad.



Las colinas

están fuera y nos permiten

que alcancemos a tomar

horizontes más lejanos.



Sin embargo, los chirridos

de las calles nos anuncian

que las golondrinas vuelven

y que los pasos de todos

son estímulos humanos

para aclarar las oscuras

espesuras de los Todos,

en el afán de alcanzar 24

el tono de la alegría,

que perdura y nos mantiene

la emoción de ser humanos,

únicos y singulares,

a pesar de la espesura

de tantas biografías

confluentes en la tarde.









VII. El pueblo



Casi inconmensurable parece la colina

en la linde del pueblo; despertando a los chopos,

el arroyo discurre en murmullos y brisas

y aromas de silencios, como si no estuviera

encauzado a asumir los designios del tiempo.



Amplias meditaciones. Con campos productivos,

sólo los hombres rompen la quietud negativa,

a fin de incendiar cumbres de posibles auroras,

en las que sus destinos han de marcar las rutas. 25



Las estaciones llenan de quehaceres los campos.



El hombre espera y pone ambición en sus obras.



Si la espera se tuerce, en el mismo momento,

lanza la flecha nueva que ha de romper el signo,

a fin de no dejarse abatir por las sombras.



Crea paisajes, crea nuevas formas de estar,

crea naturaleza sin agotar su espacio.



Y sigue serenado a esperar el momento

en que tendrá que abrirse a rendir su existencia.





VIII. El vecino



Observo su mirada. Ha mantenido

cierto sentido de caudal, de especie

vegetal. Ama la tierra. Alcanza

nuevas formas de sentir infinitos,

aunque no sepa que existen los tales.



Pero ahí está, de pié, como los árboles

más antiguos, sintiendo que la brisa

es un toque sensual que le apetece,

porque su piel se asombra del agrado.



Maneja su aventura vital. Sabe 26

que habrá de rendir cuentas cuando llegue

la vestal de las negras banderolas.



No le preocupa, sigue aprovechando

cuanto la vida da de gozo y es –

peranza y diálogos y con las máximas

proclamadas, cumplidas de silencios

o de charlas de poca trascendencia.



¡ Ahí está él ¡ Sus ojos enmascaran

todo cuanto se oculta en su inmanente

composición de ser y de sentir,

por encima de lunas y paisajes.



Permanece llenándome el entorno

de mi ciclo social. Y es agradable

gozar de su presencia contingente,

de su manera de entender el tiempo,

de su azar terrenal. Aunque no sepa

que Heráclito decía que las cosas

“no volverán nunca más y pasan”.



Sabe que pasará con su fortuna

y quedará integrado en el océano

genérico, común, inespecífico,

del olvido de todo el Universo.







27





IX. La flor solitaria en la campiña.



¿Ha nacido del tiempo o del murmullo

de un canto indescifrable de la Aurora?.

¿O es un eco de selva seductora

que transformó lo incógnito en orgullo?.



Debió ser el vestigio del arrullo

entre una brisa y una luz canora.

Instantes de color, hora tras hora,

Transmutados a germen y a capullo.



Aquí están, del silencio, maravilla;

plenas de creación, flor y semilla,

presencia real del ámbito que vemos.



Y, en el anonimato del paisaje,

la belleza se viste con el traje

de plenitud que en esta flor tenemos..





X. El jardín.



Florecen las especies en el orden trazado.



A veces la tristeza, a veces el repique

de la alegría tienen nuevas formas de ver

esto, lo que le envuelve. 28



Suele ser una forma

de estar en la vertiente del día a día.



Sabes

si tu espíritu anhela la emoción del afecto

de las cosas o acaso te pesan los instantes.



Todo está en este ámbito metódico y concreto

como el desarrollarse de tu biología.



Dentro de ti, las cosas no están tan ordenadas,

porque no sabes hoy si el día te sonríe

o el jardín es el lecho donde el tiempo se acuesta

y pasa y te estremeces.



Las estaciones marcan

una idea del siempre.



Nunca sabrás por qué

hoy estás en el gozo de vivir y el mañana

es secuencia infinita de toda incertidumbre.

29







XI. El pinar.



El misterio permite acomodar

la mente a la extensión de lo incomen-

surable.

La tediosa permanencia

de la sombra me inicia en el secreto

de disfrutar de sueños.



Siempre existen

grupitos de estorninos o de alondras

que bordan los paisajes, con cadencias

nuevas, antiguas, vivas, sugerentes.



Y más allá el arcano, que nos habla

de que el mundo es así, variado y nuevo,

con lujos de nostalgias y amenazas

inexistentes, pero sospechadas.



El pasado está aquí, como los vientos

que fueron y dejaron que el silencio

se adueñara del ámbito en que habito.



Los pinos se asemejan a los hombres,

porque hincan sus raíces en la sombra

del misterio que envuelve nuestra especie. 30



Se concentra el sentido de la vida,

en la penumbra de estos bosques

de pinos y pensamos que el horror

de otros recintos no nos pertenecen,

ni nos afectan.



Pero sientes que

el dolor que reflota va afectando

la sensibilidad de los saberes

y sangran las estancias del espíritu

hasta que lo sensible se estremece.



En la meditación que nos provocan

tantos dominios, nada sigue igual.



Percibes que te invade la congoja

continua de ver cuánto sufrimiento

se almacena en las fauces de la Historia.



Y el pavor más agudo es la sonrisa

truncada de aquel niño, muy lejano,

que sintió que arrancaban su existencia

en una convulsión de salvajismos

que se deslizan hacia la barbarie.



No se debe olvidar cuanto sucede.



La memoria es la clave del futuro

porque alguien tiene que contar lo que

fue suceso que no debió existir. 31









XII, La bodega



En la angustia de la melancolía

este ámbito fresco se hace fuente

de aquella condición que, sutilmente,

transformará el racimo en alegría.



Aquí el milagro se hace cada día

de convertir la umbría en confidente

de cambiar el dulzor en un ardiente

poderoso venero de energía.



La Creación es su fabricadora,

porque presta la fuerza guiadora

del poder que, del zumo, ha liberado.



Y, en el ensueño de lo conseguido,

se hace linaje el tiempo preterido.

En soleras, el Sol se ha transformado.





XIII. La Iglesia, el Templo



¿Qué pasa en las conciencias para que el Templo sea

refugio del silencio, de reflexión y álveo 32

de tantas esperanzas, para encauzar la vida

por senderos amables?.

Todo suena distinto:

las altivas palabras no se perciben; sólo

rumores de la sangre que nos provoca el miedo

de las incertidumbres.



Aleteos de angustias,

aromas de murmullos en busca de equilibrios

inestables de anhelos.



Porque todo se puede

derrumbar en los ámbitos de las vidas corrientes

y hasta en las potestades del enigma confuso

de origen y destinos.



Sólo el origen tiene

valor de certidumbre.



El destino está abierto

a las oscuridades. 33



El templo es un recinto

donde la luz asume propiedades de puerto

seguro y protegido contra galernas.



Sinos

oscuros amenazan cada vida, en las huellas

de la fragilidad.



Todo templo es recinto

cercano y adaptado a la humildad del frágil.



Se cree en las presencias imposibles de otros

dominios, donde todo es multitud de anónimos.



Sentimos la presencia de un aliento y que somos

concreción vigorosa de eternidad nostálgica

de insaciables deseos, por los que transitamos,

que nunca llenaremos; ni en la meta dorada.



Intuyes que no es fácil interpretar el ritmo

de la ansiedad constante, en la que nos movemos.



Queremos dar sentido a sueños y ambiciones

Y sólo nos acogen recuerdos y armonías.



El Hombre es un propósito tenaz de aspiraciones.



Las vetas de lo eterno serán su trascendencia. 34









XIV. EL CASTILLO.



Se esculpió de una idea con el cincel del tiempo,

para ocultar angustias tras estos altos muros.



El cóndor del orgullo fue su causa primera,

perfilando segundos y aglutinando instantes.



Ha hurtado al horizonte su púrpura sangrienta,

la emoción y el encanto de los atardeceres

y sus almenas muerden lo que quiero avistar

de extensión o de vida o de azar trascendente.



Son las fauces latentes de espectros agotados

en las congojas de los acosos guerreros.



Centellearon arriba aristas de las armas,

el acre hedor de sangre y el horror de los gritos,

con el que los guerreros infundían valor 35

a su ánimo encendido por una impulsión bélica.



No se ha asociado aún a la ruina del tiempo.



Es un noble vestigio de una manera de

sentir que nuestra vida puede seguir segura,

aunque, en sus muros, nunca posara el ruiseñor.



Las olas de la Historia vivifican recuerdos

de las heladas noches, de las incertidumbres

y de las emociones de ruinas o victorias.



Se llenaron de heridas, triunfos y atardeceres,

los escombros pasados, y la Historia siguió

sin los protagonistas.



Nadie advirtió su ausencia,

la niebla del silencio ocupó extensamente

misterios doblegados al viento de la noche.



Ya sólo se recuerdan los espectros grotescos

de héroes y de víctimas del acobardamiento.



Amigos y enemigos, transidos de silencio,

cerraron los espacios de sus biografías

y en los bordes de ellas, a veces, las ficciones

produjeron cosechas de, cuanto inverosímil,

tiene la faz del hombre de ufana petulancia. 36



Las aves del olvido volaron cautamente

y se fueron posando sobre honras restauradas.



Ahí queda este castillo.

El tiempo venció a todos.



Nadie oye las palabras de arenga o de dolor.



Hay nuevo trascurrir de vidas y sucesos.



Lo heroico actual tiene otra manera de expresarse.



Esto ya ni voz tiene, ni devenir, ni nada.











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I. Las categorías de mi entorno:



I. No soy un frío…. 7

II. En mi mano comienza una corriente. 7

III. ¿Quién aporta ese mundo que preservo 8

IV. Lo fuera de mi, el mundo es la tiniebla 8

V. Toda ignorancia es una tiniebla 9

VI. Cenizas y humildad forman concierto 9

VII. ¿Qué significa el vuelo de los pájaros, 9

VIII. Debe haber una lira que acompaña 10

IX. Todo es color y madre interminable 10

X. ¿La Nada…….. 10

XI. Esos mundos están y no los puedo 11

XII. Se van iluminando los senderos 11

XIII. El olvido, la alondra memorable 12

XIV. ¿Por qué estamos aquí? 12

XV. ¿Por qué un amigo muere en el silencio 13

XVI. He querido encontrar en mi contorno 13

XVII. El oro de este otoño se viste de existencia 14

XVIII. Mientras cae la tarde, la 15

XIX. Sondeamos al alba cada día 15

XX. Plenitud 20











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II. Las categorías de la concreción:



I. Las cosas 19

II. Los libros 19

III. El ordenador 20

IV. La butaca 21

V. El bolígrafo 23

VI. La ciudad y sus calles 23

VII. El pueblo 25

VIII. El vecino 26

IX. La flor solitaria en la campiña 28

X. El jardín 28

XI. El pinar 30

XII. La bodega 32

XIII. La iglesia, el templo 32

XIV. El castillo 35



Fin









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Se acabó de imprimir este libro el 8 de Mayo de 2013, festividad de Nuestra Señora de la Antigua























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